Hace 45 años, la “T” le ganó a la "B" la final del Oficial ‘74 con el recordado gol de tiro libre de "el Daniel".

Hoy se lo escucha decir que no fue él quien pateó. En la carrera de Daniel Willington y en el historial del clásico Talleres-Belgrano, el gol de tiro libre que abrió la cerradísima final del Oficial ‘74 contra el Pirata es un ícono ineludible.

Fue exactamente hace 45 años, la noche del miércoles 21 de agosto de 1974, en el Gigante. Pero “el Loco” insiste con que no fue obra suya.

“Le pegué y vi una cosa blanca que se metió en el arco. Me di vuelta y grité el gol. Siempre digo que fue Dios quien mandó ahí a esa pelota, porque yo la tiré a la mierda”, asegura con su particular estilo “el Daniel”, que por aquellos días renegaba de su etiqueta de “salvador” cuando las papas quemaban.amp-img>

“Entré en el segundo tiempo y se dio un tiro libre lejísimos del arco. Estaba a 10 ó 12 metros del centro de la cancha, del lado de Santa Rosa. Entonces ‘Cacho’ (Taborda) me dijo: ‘Loco, está muy lejos’. Le respondí que no importaba, que la iba a tirar al carajo, porque yo no soy Dios y qué se yo. Estaba enojado porque en casi todos los partidos me ponían en los minutos finales como el salvador”, recuerda Willington.

El golazo terminó por ser la llave con la que Talleres pudo abrirse paso para los mejores años del club. Gracias a ese triunfo (fue 2-0, con otro tanto de Oscar Fachetti cerca del final), la “T” se clasificó al Nacional ‘75 y se sacó la espina de una reciente derrota frente al Celeste en la última fecha del Clasificación.

En ese torneo, los dirigidos por Ángel Labruna habían acumulado una impresionante racha de triunfos, pero resignaron el invicto y el título precisamente en el clásico, cuando con dos goles de “la Pepona” Reinaldi, Belgrano remontó un 0-1 y terminó dando la vuelta olímpica.

Como Talleres consiguió luego el Zonal, hubo que definir al campeón de la temporada en dos finales inolvidables.

Belgrano, dirigido por Miguel “Gitano” Juárez, quería hacer valer el peso de la historia, esa que le había permitido quedarse con tres de los últimos cuatro títulos en juego.

Tras un primer encuentro jugado en cancha de Talleres (1-1), la revancha se jugó en el Gigante de Alberdi en presencia de unas 25 mil personas que dejaron 237.784 pesos en boletería (23.826 dólares según el cambio de la época).

Un misil que hizo historia

Ya en el segundo tiempo, Labruna mandó a la cancha a Willington, un jugador en cuya espalda recaía esa fe que sólo despiertan los ídolos y a la que los técnicos recurren en situaciones límites.

El partido entraba en la recta final cuando Hugo Bergonzi pitó falta a unos 28 metros del arco celeste. Lo que siguió es parte de la memoria colectiva.

Tocalli armó la barrera, “el Daniel” puso sus manos en las rodillas, se agachó y acomodó la pelota. Dio unos pasos hacia atrás y le pegó de derecha, con fuerza y combado sobre la barrera. La pelota pegó en la base inferior del travesaño, dio en el parante de atrás del arco y salió hacia el campo. Golazo.

“Le soy sincero: no vi el gol, porque cuando giré sólo observé que la pelota volvía hacia el campo y Coletti, en una avivada, rechazó en forma apresurada. Para convalidar el gol me tuve que guiar por el asistente, que corrió al centro de la cancha”, reconoció Bergonzi a La Voz del Interior en 1999.

“Un gol para contar”, tituló este diario al día siguiente, agregando que “fue de Willington y valió de por sí, toda la recaudación de la noche”.

En tanto, el desaparecido vespertino Córdoba señaló: “El Daniel dejó chiquito cualquier gol marcado este año. Fue un cañonazo, un tiro perfecto. ¡Fue un golazo!”.

Hasta el semanario El Gráfico se hizo eco de la conquista afirmando que “en la tribuna de Talleres estaba la alegría de la hinchada campeona, y en la tribuna de Belgrano se alzaba el murmullo de admiración para el rival respetado. Como debiera ser siempre”.