La “T” dio ventajas y su adversario se las facturó para quedarse con todo en el Kempes. “Nacho” Fernández marcó los dos goles y fue la figura del partido.

Talleres se fue con un 0-2 ante River porque no tuvo tiempo. Esa doble vida que mostró en el Coloso Marcelo Bielsa, el lunes pasado, siguió inalterable y no es una cuestión de días para poder cambiarla. El gran ataque albiazul versus un respaldo defensivo endeble, en una clara manifestación de doble personalidad, pasó la prueba ante Laferrere, en aquel 5-0 de la Copa Argentina. Pero no pudo hacerlo ante River y por eso cayó 2-0, en su penúltimo acto de esta Superliga.

El equipo millonario no fue un dechado de virtudes. Sin embargo, estuvo dispuesto a mostrarle su jerarquía y calidad, si Talleres le dejaba el control de algunos espacios que necesitaba para ganar.

Como el equipo albiazul se mostró generoso en el arranque nomás, River decidió pasar la noche tranquila y se los facturó. Casi todos, porque Santos Borré estuvo generoso cuando tiró afuera una pelota que le cayó tras una mala salida de Juan Komar, que quiso sacar largo y le dio a Andrés Cubas.

En los actos siguientes, Fernández liquidó el partido. Fue cerebro y además tuvo socios para elegir cómo dañar a la “T”. En el 1-0, Armani sacó desde el fondo, peinó Pratto antes que Díaz, Borré la devolvió de taco al grandote, quien entre cuatro defensores se dio vuelta y habilitó a “Nacho”. Luego, el propio Fernández hizo un golazo de tiro libre en el que madrugó a Herrera al no pedir barrera. La pelota cayó detrás de Guido e hizo que hasta los hinchas de Talleres ensayaron un tibio aplauso por semejante avivada. Con esos tres actos, con una gran gentileza de Talleres, River se dedicó a administrar la ventaja.

El equipo de Vovjoda pagó caro esa doble personalidad. Abajo, quedó expuesto muy rápido y ante un equipo que tiene jugadores que leen muy bien el juego. Arriba, Dayro Moreno sin Sebastián Palacios, no fue lo mismo. Es más, en algunos momentos, hasta fue ignorado, sobre todo en el PT.

Luego, en el segundo, fue referencia, aunque estuvo impreciso. Mauro Ortiz con su pique corto y desborde logró ser el delantero más peligroso. Es más, exigió a Franco Armani con un cabezazo al primer palo y también fue señal de alerta para Mayada, que ya había comenzado a pedir auxilio.

Justo en ese momento, entró Junior Arias y el petiso dejó la cancha. También entraron Samuel Sosa y Diego Valoyes, pero jamás pudieron abrir a River. Al equipo de Gallardo había que abrirlo desde el juego que el local no tuvo. Fueron ratitos de Pochettino, Ramírez y Cubas. No más. A veces, eso también se paga. Y muy caro.