La “T” no tuvo una buena noche, los hinchas siguen cuestionando al entrenador Vojvoda y su manera de jugar, porque en el campo no se ve un patrón de juego.

Los triunfos siempre tienen un efecto balsámico y reconstituyente. Talleres necesitaba conseguirlo, como agua en el desierto. Y no haberlo logrado fue los más relevante anoche, en el Kempes, frente a San Martín de Tucumán. Fue un insípido empate sin goles, que le agrega poco y le suma aún más incertidumbre futbolística.

Su entrenador, Juan Pablo Vojvoda, venía cuestionado por los hinchas albiazules –no por el presidente Andrés Fassi– que rápidamente pasaron al olvido el alegrón por la victoria en el clásico contra Belgrano, una vez que se consumó la dura caída contra Defensa y Justicia, en Florencio Varela.

Foto: Facundo Luque

Esa derrota volvió a ponerlo en el ojo de la tormenta, pero no tanto por el 2-0 en contra, si no por el rendimiento de su equipo. Eso y el escuálido 37 por ciento de efectividad de sus dirigidos en la Superliga, por los cinco partidos perdidos, los sólo dos ganados y un empate, lo obligaban a torcer el rumbo.

JPV hizo cuatro cambios, uno de ellos obligado por lesión de último momento de Leo Godoy, buscando que algo cambie. Pero, aún con Nahuel Tenaglia, Miguel Araujo, Gonzalo Maroni y Mauro Ortiz en lugar del lateral entrerriano, Quintana, Cubas y Junior Arias, en el primer tiempo el equipo siguió mostrando la misma falta de identidad.

Foto: Facundo Luque

Volvió a revelarse que Maroni no es extremo izquierdo y sí enlace, que Bustos no es “9” y sí extremo por el otro lado y que no pareció un acierto jugar sin un referente de área dejando a Junior Arias en el banco. No llegó una sola vez la “T” con claridad al arco del “Loco” Carranza y, por el contrario, fue su par albiazul, Guido Herrera, quien sobre el final del primer tiempo evitó que “el Taca” Bieler pusiera en ventaja al “Ciruja” tucumano.

El ingreso a los 14 minutos del ST del uruguayo Arias por Maroni, intrascendente por el espacio en el que el DT lo ubicó, se imponía, y fue una admisión explícita de una decisión táctica desacertada de Vojvoda. El equipo quedó confiando en Juan Ramírez y, en menor medida Pochettino, la posibilidad de crear algo del fútbol que no tenía. Y con el ingreso de Diego Valoyes por la izquierda, en su debut, el desequilibrio ofensivo que tampoco encontró.

Foto: Facundo Luque

Ese cambio sí fue un acierto del entrenador. En pocos minutos el juvenil colombiano le cambió el rostro al ataque. Veloz, con una gambeta endiablada y osado, no sólo llegó bien al fondo con peligro: también logró que Arias tuviera quien lo asistiera.

Pero tampoco alcanzó. Pese a la tibia reacción futbolística que mostró, a la que ayudó también el ingreso de Joel Soñora, a esa altura San Martín seguía imponiendo su planteo cauteloso, ordenado y especulador. El mismo con el que llevó el partido casi siempre al terreno que le convenía. Vino al Kempes a no perder y lo consiguió. Y lo hizo sufriendo muy poco. Y cuando pasó algún sofocón, Carranza lo supo resolver.

El empate en cero fue otro mazazo para Talleres, que sigue sin encontrar un ADN de juego que pueda ilusionar a su gente, una identidad que este equipo necesita encontrar. Y hasta ahora, su entrenador sigue sin dar en la tecla.