El momento del equipo en una mirada profunda. Algunas de las razones por las que Talleres está tercero.

Quedó lejos, pero no por eso un recuerdo deja de ser válido. Las derrotas, que han sido pocas, le han enseñado a este Talleres marca Kudelka mucho más que las victorias. Por eso hay que entender a este Talleres que marcha tercero después de haber vencido a Temperley por 1-0 como una consecuencia de moralejas que el equipo empezó a capitalizar desde aquel traspié con Godoy Cruz de Mendoza.

Más allá del 1-2 sobre la hora y con la venganza de Sebastián “el Morro” García (aquel que no pudo quedarse en Talleres porque nadie quería “más Vuosos ni Ludueñas”, cuyas “aclimataciones” fueran interminables), el equipo albiazul había extraviado su ADN.

Por eso, el propio DT llegó a decir: “No tuvimos la convicción para mantener la idea. Fue un partido malo. No jugamos bajo nuestro estilo de juego. Fue mezcla de voluntades, y ese no es mi equipo”. La forma de la derrota es lo que más le había dolido al exigente entrenador albiazul.

Sin embargo, caídas como esas deben servir como base para grandes victorias. Era un punto de inflexión importante. No se juzgaban las limitaciones del equipo a la hora de perder un partido en el que el rival había propuesto menos que Talleres, de que le había jugado al error y que una equivocación en la salida de Fernando Godoy le había dado la victoria al equipo tombino, después de haber alcanzado el empate parcial minutos antes por intermedio de Joao Rojas.

Lo grave es que Talleres se había perdido y que, por pasajes, varios jugadores habían resuelto según sus ocurrencias antes que lo que la jugada demandaba. La resolución individual antes que la colectiva. Fue una semana en la que FDK habló bastante. Todos se comprometieron a volver a las fuentes y Talleres se puso de pie.

Pero a su manera. Demostró que estaba convencido y que, si la derrota volviera, jamás sería de aquella forma. Las salidas de dos extremos goleadores como Sebastián Palacios (12 goles y pase a Pachuca) y Jonathan Menéndez (11 y llegada Independiente) y la partida de Emanuel Reynoso en el mejor momento del volante más talentoso del equipo (se fue a Boca) situaban a su DT, a sus potenciales reemplazantes y a todo el plantel ante la posibilidad de determinar un cambio en el ADN del equipo.

Sin embargo, la convicción volvió a imponerse sobre todo. Kudelka hizo de Talleres un equipo más rápido y con menos pausa; apostó a Mauro Ortiz y al pibe Cristian Ojeda, explotó más a Joao Rojas y confió en Junior Arias antes de apelar a Santiago Silva (el flamante refuerzo que venía a ser una solución para tantos “9” que no anduvieron en el club de barrio Jardín) de una.

¿Más? También aprovecharon sus chances Juan Ramírez y Fernando Godoy además de que Carlos Quintana (quería más minutos y los exprimió) terminó imponiéndose sobre Juan Cruz Komar. Y finalmente: nada será posible sin el oficio y calidad de Pablo Guiñazú, la experiencia de Javier Gandolfi, la seguridad de Guido Herrera y las subidas de los laterales. Ellos siempre estuvieron convencidos.

Es lo que vale.