Talleres tiene un plan. Un plan de juego. Que viene desde hace un tiempo largo y va más allá de los nombres de los futbolistas que lo puedan interpretar. El gran libretista tiene un nombre propio: Frank Darío Kudelka. Con su serenidad a la hora de declarar y la vehemencia que le imprime durante los partidos, intenta siempre bajar el mismo mensaje. Quizá se guarde para su intimidad el fastidio que le da que jugadores claves para su idea se vayan en medio del camino por recorrer. A pocos días del reinicio de la Superliga se fueron piezas claves. Pero el entrenador de Talleres se las arregló. Como siempre.

Eso se vio el viernes por la noche. Enfrente estaba San Lorenzo, el escolta de la Superliga, que si ganaba superaba al puntero Boca. Y no lo dejó ser al Ciclón. Lo ató. Lo maniató a su gusto y placer mucho antes de las dos expulsiones de la visita. Falló a la hora de le definición. Quizá se relajó un poco y casi le cuesta muy caro (ahí apareció Herrera con un atajadón para verlo una y mil veces).

La pregunta que sobrevolaba antes del juego era cómo la “T” iba a reaccionar sin “Bebelo” Reynoso, ni Joao Rojas, ni Jonathan Menéndez, ni Sebastián Palacios... Demasiadas bajas para un equipo que no tiene tantas variantes en ese nivel. Y reaccionó bien. Muy bien. Que se sobrevalora por el rival que tenía enfrente.

Y ahí descansa Kudelka... En la tranquilidad de la idea. Esa que se respeta por sus dirigidos. Que llena de satisfacción a su entrenador cuando la ve plasmada en el campo de juego y es reconocida por propios (hinchas) y extraños (rivales, periodistas de otros lares y exjugadores, como Diego Latorre, o entrenadores, como César Luis Menotti).

Y Kudelka también puede descansar en un señor que no se cansa nunca: Pablo Guiñazú. Lo del “Cholo”, con sus 39 años, no deja de sorprender y asombrar. Es un futbolista que le gusta lo que hace. Que lo disfruta. Y se nota. Lo contagia. Lo transmite.

Talleres tiene un plan de juego y se apoya en Kudelka, en Guiñazú y en una idea que tranquiliza.