Agustín Díaz pasó una vida en el increíble Mundo Talleres. Y como pasó por todos los estados, bien merecido tiene que a los 26 años pueda irse a Godoy Cruz para darse el gusto de jugar en Primera. Algo que soñaba hacer con la “T”.

Se fue bien. Al punto de que antes de partir renovó su contrato, a pocos meses de poder lograr la libertad de acción. Algo que nadie le podría haber cuestionado en función de algunos padeceres con los que cargó, como la mayoría de los jugadores que se formaron en los últimos años y que tuvieron roces con las distintas administraciones.

Un hecho que también deberá cambiar Fassi si es que se pretende volver a formar referentes (‘Agus’ fue el último), junto con la idea de armar equipos que generen identidad (con el buen juego o con la gente).

Díaz eligió la gratitud por encima de la injusticia proveniente de los criterios de la mayoría de los DT, que le tenían más paciencia a los foráneos que a los jugadores propios. Díaz debutó en la B Nacional en 2006, como enganche, pero luego no tuvo la continuidad esperada. Tras el descenso de 2009 hizo el primer gol en el entonces Argentino A (el primero suyo también) y jugó para que le renovaran el contrato. Vio una posibilidad donde para muchos no había nada. O mejor dicho, se trataba de jugar en el infierno. “Pude quedar libre dos veces más, pero le seguí firmando al club”, sabe recordar. “Agus” entendió que también debía cambiar su forma de jugar. Había que agregarle determinación y lectura de juego.

José María Bianco lo paró antes de irse a Chile, y Arnaldo Sialle le dio la continuidad que merecía con aquel “juega el que mejor está”. Díaz jugó de doble cinco, le agregó marca, definió más al pisar el área y no se deprimió si le tocó ir al banco. Ya no fue aquel enganche que la tocaba poco. Terminó siendo clave en el ascenso de 2013 y de los pocos a los que la gente excusó tras el descenso posterior y el fracaso de la última temporada.

De esa manera forjó su aura de referente en Talleres y hasta capitán. Terminó construyendo una historia de superación. De las que deben contarse siempre.