Poco y nada. Talleres empató 1-1 con Unión. Arrancó bien, por el gol de Klusener. Se quedó y se lo empataron en una noche rara en el Kempes.

No son los peores tiempos de esta década perdida. De aquel 2004 a este 2014 cuando el castillo de naipes se fue desarmando con apenas un soplido. Ese "uno a uno" insostenible de las épocas de las copas. Las que marearon a todos. Las que T hicieron creer que podía ser para toda la vida.

Poco a poco el carruaje se fue transformando en calabaza. El Argentino A, la peor de las tristezas. Los saqueos en barrio Jardín. El orgullo robado, la dignidad apenas; el patrimonio dilapidado. No son los mejores tiempos, pero tampoco aquellos peores que quedaron atrás.

Pero que laten a veces demasiado fuerte y con cierta molestia. Talleres está en la B Nacional, en esta economía de guerra, en la que los goles no cotizan tanto, hay que hacer y hacer más para que la diferencia rinda. Son tiempos de dejar de lado el "para que estamos".

Y repensar el mundo "blue" de Talleres. Por eso, con esa bomba de Gonzalo Klusener para el 1-0 parcial sobre Unión, al Matador le alcanzó para cortar con tantas penas.

Para tomarse un vino y brindar, pero eso duró poco. En el arranque del ST el Tate remarcó los centavos y redondeó en 1-1 que fue definitivo.

A veces no es una cuestión de marcas si hay que economizar. Talleres tiene en su lista de compras muy poco para guardar. No le sobra nada. Es mes a mes, semana a semana, partido a partido.

Mirar la tabla de este torneo en el que no termina de hacer pie, con tanta bronca, incomoda. Talleres está muy abajo pensando que podía estar un tanto más arriba. Le cuesta sacarse la mufa del arranque duro de este 2014. Sí, no perder es bueno, pero no alcanza.

El índice K (Klusener en la red) es el que le dio dividendos a la economía de Forestello, pero no es suficiente.

La T se queda a pata. Así no llega a fin de mes. Es un precio cuidado el que consiguió el Matador ante Unión anoche en el Mario Kempes.

El Tatengue hizo un gran trabajo, de hormiga. Parejito. Resistiendo, jugando, quitando la pelota por momentos. Talleres cayó en la desesperación. Es como esas madres que juntan los fideos, no importa si son de distintas bolsas. Son para completar el plato, justito.

El gol de Klusener calmó un poco el hambre, pero a la hora de pagar, el costo se le fue de las manos con un empate justo para el rival. Con este "1 de 9" se complica. Es el billete paralelo que junta y abroquela todo eso que se deja ir.

Cuando el juego no acompaña y cuando las lagunas se agrandan. Cuando no aparecen los del medio y a los de atrás las filtraciones lo inundan. A veces es más que perder una pelota.

La voluntad de Favio Álvarez o la de Agustín Díaz. Las intermitencias de Leyes. La lentitud de los laterales. La falta de anticipo a veces de los centrales. A veces es un cúmulo de cuestiones que no parecen explicarse. Pelotazos al tropel de Klusener. Nada más.

Está claro que a veces, los valores podrían favorecerlo. Talleres no liga. Pero tampoco convence. Es un bajo nivel en general.

Está claro que no son las épocas duras de aquella década perdida. En la que los descensos y la quiebra castigaron como una tempestad. En la que el Argentino A fue la malaria resultante de aquello que se llevó todo, que arrastró todo.

La T está "menos peor", pero en la transición de un proceso. Y entender que el descenso "es el Argentino A". Grabárselo.

A Talleres le remarcan los precios siempre, pero a veces lo paga por no controlar. Para que no se le aprovechan en la góndola de esta B Nacional, la T tendrá que crecer en serio. Será una temporada "ahí", justita. Que tendrá pocas ofertas. Pero que habrá que aprovecharlas.

Al Matador, con el Índice K apenas le alcanzó para el empate. Un puntito que hace ruido en la panza, que no llena a nadie, que no deja dormir.