Talleres. El oportunismo de Alexis Olivera hizo vibrar a la T con su doblete. Y lo revivió en Día a Día. “No hay que bajar nunca los brazos”, afirmó el delantero.

Para festejarlo con el alma. No era para menos, con dos goles en los dos minutos finales del partido y para dar vuelta el resultado. Había tocado sólo un par de pelotas desde su ingreso, pero frente al arco no falló y al hincha albiazul le volvió el alma al cuerpo. Y es que Alexis Olivera es un goleador de alma. Así se llama su hijita de 4 años, dueña de su corazón y del antebrazo izquierdo, donde dibujó su nombre en un tatuaje. En el derecho, hace un par de meses se tatuó otro, con una frase en italiano: “El perseverar es tu triunfo”.

Así, con alma y vida, Olivera disfruta su presente goleador en la inolvidable y electrizante victoria de Talleres ante Central Norte.

“Me gustan los tatuajes, y si tenemos la suerte de ascender está la idea de hacerme otro. Sería importantísimo para mí, quedaríamos en la historia”, afirmó sin dudar Olivera.

Es que sabe lo que representa Talleres y la ansiedad de su gente, y aunque nació en Mendoza hace 29 años, siente a Córdoba como su lugar en el mundo.

“Me gusta la ciudad y como se vive el fútbol. Y también porque hice muchos amigos. La Tota Medina, el Beto Fernández, el Diablo Monserrat, con quienes nos conocimos jugando para Alumni. Y también compañeros de Racing, como Gera Godoy, la Momia Fernández, Artura. Y por supuesto, muchos muchachos en Talleres”, define. A lo goleador.

Siempre delantero, comenzó a rondar el arco en General Alvear, al sur de Mendoza, en el club Pacífico, que por esas vueltas del fútbol puede ser el primer rival de Talleres por la Copa Argentina. De allí se fue a las inferiores de Boca y pasó a Los Andes, que bajaba a la B Nacional tras una breve incursión por Primera. También jugó en Atlético Rafaela, en Douglas Haig y en Pergamino, pero Córdoba le sentó bien tanto en Villa María como en Nueva Italia y ahora en barrio Jardín. Y eso que le cuesta agarrar titularidad en un equipo con mucho gol como este de Sialle.

“Tengo que esperar mi oportunidad porque antes había muy buenos delanteros y ahora también. Además, las lesiones me postergaron. Primero la rodilla, después el tobillo, a los pocos días la cadera. Todo junto y justo cuando empezaba el torneo. Por eso me hice el tatuaje de la perseverancia, porque es una frase que me gusta y la decía mucho mi padre y mi abuelo. ‘No hay que bajar nunca los brazos’, me repetían. Tenían un espíritu luchador”, evocó Olivera. Perdió a su padre, pero se dio el gusto de traer a su madre desde Mendoza para un clásico en el Kempes. “No podía creer que hubiera tanta gente. Ella me había visto jugando en Pacífico, en cancha de pueblo. Le gusta el fútbol, aunque sobre todo le importa cómo estoy yo en lo personal”, explicó.

Es que en esa faceta, también pasa por un momento feliz, de novio con una cordobesa desde hace nueve meses. No es todo fútbol, porque comparten el gusto por el cine y por la música. Eso sí, a recitales poco, porque siempre hay un partido o concentración de por medio. De todos modos, aclaró: “Mi novia quería ver a Luis Miguel, a Arjona, y no pude ir. Lo mismo soy más del palo del rock, de Callejeros y Las Pastillas del Abuelo”.

Está contento y se lo nota. Le gustaría jugar y no lo disimula. Es que el gol le sonríe y la victoria le cambió la cara a todos. Porque primero puso el pie, después la cabeza y siempre, el alma.

En punta con gol. Además del fútbol, a Olivera le atrapan los autos y suele probar el Gol con el que corre su hermano en el Zonal cuyano.

Los Miguel en equipo. Alexis es el segundo nombre de Olivera. Todos los llaman así, porque el primero es Miguel y lo comparte con cinco de sus siete hermanos. Así lo explica: “Mi papá se llamaba Miguel Ángel. Primero nació mi hermana Celia, y el segundo heredó su nombre completo. Después rompió la seguidilla con Cristian Ariel, pero a mi me puso Miguel Alexis y a los que vinieron después Miguel Arvedo, Miguel Alan y Miguel Alberto”.

El delantero albiazul remarcó la unidad entre los hermanos, a tal punto que armaban el equipo familiar para participar en los torneos del barrio. “Jugábamos por la coca, pero nos divertíamos en familia porque también tengo 15 primos”, trajo a la memoria.

El fútbol no es la única pasión que los une, porque también son de los fierros, como lo era el padre. “Mi hermano mayor corre en el Zonal de Cuyo. Y los demás corren en karting y en cuatriciclos. Cuando voy a Mendoza por ahí me animo a probar el auto, con mucho cuidado. Y también voy al taller mecánico que tenemos”, detalló.

Otro gusto heredado es por los autos de colección, y junto a su familia guardan como una verdadera joya un Ford T 40.

El sueño del arco propio


La camiseta con el rostro de Diego Garay, utilizada por Talleres el domingo pasado, todavía tiene olor a gol, a triunfo festejado sobre la hora. Es la número 18 y el portador, Alexis Olivera, ya lleva cuatro en este torneo y cinco desde que llegó a barrio Jardín, a pesar de haber jugado poco. Cuatro de esas conquistas, fueron en el área que da a la cabecera sur, incluida aquella en el clásico con Racing para el 1 a 1 que determinó la agónica clasificación albiazul.

“No me había dado cuenta de ese detalle, parece que ese arco me trae suerte porque cuando entré no imaginé que iba a convertir dos goles”, reconoció.

–Dos goles en dos minutos para el triunfo, cuando antes sólo habías tocado un par de pelotas...
–Entré con la misión de tapar al cinco de Central Norte, que estaba manejando la pelota, así que no había entrado mucho en juego. En el primero alcancé a peinarla para Álvarez, quien tuvo la claridad de devolverme el pasé atrás y la empujé. Después me dijo que su primera intención era la de patear. Y en el segundo ya me tenía toda la fe. Al arquero ni lo vi, salió como para darme un piñazo en la nuca. Por suerte metí el cabezazo y en dos minutos cambiamos las puteadas de la gente por una ovación.

–Lo ponés en un lindo aprieto a Sialle.
-Trato de estar siempre listo para entrar y aprovechar la oportunidad. Es difícil prepararse y después quedar relegado en el banco, no me gusta, pero soy consciente de que hay buenos delanteros peleando por un lugar. Además, el técnico me tiene en cuenta. Me felicitó y me preguntó si había podido dormir después de los dos goles.

–¿La victoria les devuelve las confianza después del bajón?
–Es un alivio, la necesitábamos. De todos modos, no lo veía mal al equipo más allá de todo lo que se habló en la semana previa. Es un equipo que no se da por vencido, que toma forma en el carácter y eso es importante ante rivales que se quieren lucir contra Talleres porque es un grande. Cuando estaba en Racing y lo enfrentábamos, era una motivación extra jugar ante 30 mil personas.

–La obligación es ascender ¿Ves al equipo encaminado?
–Todos sabemos lo difícil y largo que es el Argentino A, donde hay que lidiar con canchas horribles, horarios atípicos y árbitros que a veces no están a la altura. El equipo más consecuente, el más regular, es el que llega. Como ocurrió el año pasado con Crucero del Norte y Douglas Haig.

–Recién mencionaste tu paso por Racing. ¿Cómo tomás su situación actual, tan comprometida?
–Me da pena por la gente buena que trabaja allí, a la que conozco y sé que está sufriendo. Además dejé buenos compañeros. En Racing me fue bien, también hice dobletes, y ojalá pueda salir adelante.

En cancha. El goleador nació en General Alvear (Mendoza), el 28 de enero de 1983. Se inició en Los Andes, de Lomas de Zamora, en el 2002. En Alumni jugó entre 2005 y 2006. Después, un año en Douglas Haig y en el ‘97 pasó al Deportivo Cuenca, de Ecuador. Jugó dos veces en Racing, 2009, y 2010-’11. En medio estuvo en Rafaela, y el año pasado estuvo en el Manta ecuatoriano, hasta junio. Llegó a Talleres, donde es su segunda temporada y anotó cinco goles en total, cuatro en el presente torneo.