Talleres le ganó 3 a 2 a Alumni en la jugada final. El pibe Fabio Álvarez anotó el tanto decisivo a minutos de haber ingresado en su debut. Así, Talleres ganó y se clasificó al nonagonal. Riaño (chilena increíble) y Leyes, los otros tantos.

Si el fútbol es la dinámica de lo impensado como el libro que escribió Dante Panzeri, seguro que el último episodio ocurrido anoche en el mundo Talleres habría dado para una secuela si el periodista de Las Varillas hubiera vivido algunos años más.

¿Qué habrá pasado por la cabeza de Fabio Álvarez (18 años) para intentar semejante maniobra en la jugada final de un partido que estaba 2-2 y a minutos de haber entrado, una referencia que marcaba su debut?

“Un sueño”, fue su lógica respuesta cuando los micrófonos se atropellaban para conseguir la palabra del autor del 3-2, dueño de una certera definición, tras una larga pared con Anívole y Riaño.

Era el sueño de Álvarez, ése que el mismo imaginó cuando eligió quedarse en Talleres en lugar de irse a Europa. Una iniciativa por la que el Fondo de Inversión acusó a un grupo empresario liderado por un ex jugador de Belgrano y que también había contemplado a Maximiliano Fasano (se fue a Italia) y a Nicolás Truls, otros dos juveniles del semillero.

Allí Álvarez decidió firmarle al club y esperar su oportunidad. Y acuñó un sueño que anoche se le hizo realidad con el debut y el golazo que marcó.

Clasificado. El sueño de Álvarez fue la clasificación de Talleres. Si en la jerga futbolera el significado de tal término oscila entre el logro parcial y la reafirmación de una ilusión, ni hablar de lo que representa en el Mundo Talleres. El triunfo de anoche lo conmovió, lo hizo rotar en función de esas urgencias que lo llevan a moverse en pos de acceder a sitiales perdidos hace años.

Y si el gol de Álvarez fue impensado, más aún lo fue que Talleres clasificara con una formación con participación de varios pibes del club como Fabio, Neri Leyes (autor del 2-1 parcial), Navarro (otra buena actuación) y Guillermo Cosaro, quienes no eran prioridad en el ciclo de Héctor Arzubialde.

“Clasificamos”, fue el término más repetido entre los jugadores y el cuerpo técnico, en ese abrazo final que se dieron en la cancha y en el vestuario. Ahí donde “el Sapito”, había dicho, el día que asumió, a días del partido con Juventud Unidad: “Todo buena jugada debe comenzar y terminar con un buen gesto técnico. Pero hay que correr y jugar”

El 3-2 de Álvarez, el 1-1 de la chilena de Riaño, el 2-1 con un zurdazo de Leyes, la calidad de Zárate y Navarro, le hicieron inflar el pecho al DT, aquel que tiene por delante cumplir el sueño de ascender a Talleres, un mundo que ya lo vio pasar como mascota de equipos ilustres, jugador y entrenador de divisiones inferiores.

Pero “el Sapito”, como todo Talleres, debió sufrir los tantos de Herrera (se equivocó Federico Crivelli, uno de sus pocos errores). Igual, el local jugó mejor, aunque lo terminaron salvando los goles, ese tremendo poder que se interrumpió por cuatro fechas (46 tantos), que volvió ante Desamparados y que explotó ante Alumni.

Abrazos. Los abrazos también se dieron entre los integrantes del Fondo de Inversión en las plateas, el grupo que coadministra el club con el fideicomiso, y que destina un presupuesto para el área fútbol de aproximadamente un millón de pesos mensuales. Los hinchas (hubo 16 mil) también festejaron a más no poder. La clasificación, los goles de los pibes y el hecho de seguir soñando con el ascenso. El que está a 10 partidos.