El año 1984 marcó muchas cosas en la historia de Mario Eduardo Bevilacqua, aquel de Talleres y River Plate del Flaco Menotti. Una escoriosis en la columna lo tenía al borde de abandonar el fútbol, cuando solo hacía un año había llegado de Santiago del Estero para jugar en Talleres de Córdoba. Y por eso “deje todo en manos de Dios”, y a partir de allí se transformó “en un mensajero de Jesús” y por eso se ganó el apodo de “El Pastor”.

Bevilacqua nació el 31 de octubre de 1963, jugó oficialmente 309 partidos y convirtió 89 goles. “Estoy orgulloso que todos me conozcan con ese apodo, porque siempre le entregue todo a Dios y él siempre me ayudo”, reconoce. El santiagueño, hoy dirigiendo el equipo de Medea en la liga de Córdoba, fue uno de los creadores del club que preside Raúl Villarreal desde hace 27 años. “Varios jugadores como Pascual Noriega, Ramón Galarza, Miguel Ruthar, Dante Unali, Eduardo Maldonado, colaboramos para que Medea tuviera un lugar importante en el fútbol cordobés”, dice con su tono cansino.

Es un agradecido de César Luis Menotti que “me llevo a River y siempre me respeto por mi religión”. Y agregó: “siempre me decía, usted es un jugador de fútbol y juegue como sabe y haga goles”. Reconoce que “no me fue bien en River, porque no tuve continuidad. Y además porque era del interior, me costo adaptarme a Buenos Aires. Y en aquella época llegaron jugadores como Batista, hoy técnico de la Selección, el Bichi Borghi, Rinaldi, Balbo, Palma, Zamora y el Polilla Da Silva, entre otros”. Admite que “no rezaba en los vestuarios de River, porque no me animaba. Y lo hacía en privado”, Bevilacqua le confió a Clarín que “uno de mis errores fue ir al Deportivo Español, porque el presidente Ríos Seoane me “castigó” por un problema personal que él tenía con Settimio Aloisio que era mi representante. Pero Agremiados me dio la razón cuando me dejó en libertad de acción. Había un millón de dólares en juego, pero me dolió que Ríos Seoane se vengara conmigo”. Otra de las cosas que le sucedieron a Bevilacqua fue cuando Talleres de Córdoba peleaba el descenso. “Los dirigentes se mofaron de mi religión y me decían: “Vos que sos amigo de Dios, decile que nos de una mano… Y eso no es así, porque yo no pido que mi equipo gane todos los partidos. Tengo fe de que todo nos saldrá bien, pero también acepto una derrota porque él así lo decide”.

Recuerda que el San Lorenzo campeón de Héctor Veira lo tenía a Pablo Silas, o Leonel Gancedo de Argentinos Juniors o el hondureño Benett eran adoradores de Dios. “A ellos también los ayudó Jesús, como lo hizo con nosotros en Medea… Yo siempre antes de entrar a la cancha rezaba y pedía que nos protegiera. Mis compañeros en Talleres siempre me apoyaban y todos los domingos cumplía con ese rito. Y siempre me respetaron. Los dirigentes en cambio se reían y fíjate, me echaron… Ahora Talleres está en el Argentino A, pero sigo siendo hincha de ese club”.

Mario Eduardo Bevilacqua, recuerda sin rencores y sigue en su camino con serenidad, siendo el mensajero de Dios, como a él le gusta sentirse.