Charla con Sacripanti. El delantero habla del Talleres líder. Además, cuenta que estudia gestión contable y rememora su infancia. “Quiero lograr el ascenso”.

La tarde cayó como pidiendo permiso. En la Boutique sobra silencio. En la penumbra, afuera, hay un Loco suelto. Capaz de hacer travesuras inimaginables. Dicen que su nombre es Lisandro Sacripanti, ese pibito que hacía de las suyas en la pensión de Newell’s. Pero ahora es él quien va a padecer una travesura. “No puede ser, no está. Me llevaron el auto, ¡Dios, son terribles!”. Sí, al final de la nota a fondo con Día a Día, se enteró que Miguel Monay y Mateo Martinelli se habían ido a pasear con su auto un buen rato. Claro, saben que pueden sacarle el auto pero jamás los goles que duermen en su cuerpo y fabrica en su cabeza.

Después de una ducha reparadora, Lisa aparece con sus cabellos húmedos, la barba al ras. Se sienta en las plateas de la Boutique. Mira desde lejos los arcos, el aérea, ese lugar donde desparrama su talento. “Estamos muy bien. Es un lindo desafío que asumo otra vez, ahora con un nuevo proyecto pero con el mismo objetivo que es el de ascender. Estar en el Argentino A es una circunstancia, este club es un grande en serio”, arranca diciendo el 7 que lleva nueve goles desde que llegó a Talleres, donde se siente pleno.

Lisa anduvo por el fútbol extranjero y jugó en la Primera de Newell’s. Sobre qué lo movilizó a jugar en la tercera categoría del fútbol argentino, expresa: “Apenas me enteré lo de Talleres, no dudé en probar. Es un grande que moviliza mucha gente y que tiene una historia muy rica. Al jugador de fútbol le interesan los desafíos y venir a pelear a un club grande por un ascenso es algo que me motiva”, sostiene el Loco, seguro, sin titubeos.

“Al deportista le hace bien pensar en ganador. Además, al hombre en todo ámbito de la vida le conviene pensar en positivo, siempre uno quiere más. Pensar en conformista no te sirve para nada”, reflexiona, sin saber todavía que Monay y Martinelli pasean con su auto por barrio Jardín. Cuando empieza a hablar de su pasado, Sacri repite la palabra “lejos”. Y quiere contarlo. “Me fui joven a probar suerte afuera. Es algo que me marcó muchísimo porque uno queda lejos de los afectos. Ahí uno aprende a valorar las cosas de otra forma”. Hapoel Nazareth Illit de Isrrael o el Celje de Eslovenia son algunos de los equipos que lo cobijaron.

Sin embargo, para hablar de su presente en el Matador, Lisandro debe remontarse a esa infancia que todavía juega en Casilda. “Mi viejo, Oscar o el Zurdo, me llevaba a Alumni de Casilda y ahí jugábamos”, rememora el futuro contador. “El apoyo de mi viejo, de mi mamá Delfina y de Romina es muy importante para seguir”. Romina es su novia, que lo acompaña desde hace dos años. “Ella es la que se encarga de guardar las fotos, las notas de los diarios y mi viejo también. Se sienten bien haciéndolo, la foto de mañana queda en manos de ella”.

–¿Y cómo es Sacripanti enojado por la derrota?
–Ella me conoce y sabe cuando tiene que hablar o no. Te dice la palabra justa que querés escuchar, sabe como actuar, lo mismo que mis viejos. Hablamos de otras cosas que no tengan que ver con el fútbol.

–Detrás del futbolista hay un estudiante ¿no?
–Algo de eso, je, je. Yo soy medio raro. Me gusta estudiar para no pensar tanto las cosas y ocupar el tiempo. La idea es no tener la mente puesta todo el día en el fútbol porque sino te volvés loco. Hago Gestión contable, me llamó la atención. Son dos años, es una tecnicatura semi presencial. Es bueno tener otra posibilidad más, si bien el fútbol te da chances, es bueno no descartar otras salidas.

–Y sin fútbol ni tecnicatura, que hace el goleador...
–Me gusta leer mucho los diarios. Pero no sólo la sección deportes. Leo política u otras cosas. Se vive de una forma muy loca por todo lo que está pasando. Secuestros, violan a uno, matan a otro, es bravo.

Y Sacripanti vuelve a hablar del equipo. “Quiero llevar a Talleres a otro lugar. El grupo está unido y compenetrado en el objetivo. El día que no esté más en Talleres, quiero que me recuerden como el que dejó todo”, afirma.

Sacri sale de la Boutique. Busca su auto. No lo encuentra. Empieza a reírse. Le llega un mensaje. Monay y Martinelli están en camino. Los goles se quedaron con él.