“Daleeee. Llevame a practicar al predio. ¿Vamos?”. La vocecita de Javier Pastore buscaba motivar a mamá Patricia, confinada a una silla de ruedas tras el parto de uno de sus hijos. “Señor. ¿Puede pasar el auto? Es para que llegue mi mamá”, rogaba Javier ante el control de turno cuando llegaba a practicar o para jugar en Talleres. “Era mi terapia. Llevarlo al fútbol como luego a Juan Manuel. Paso de la silla de ruedas al auto. La fuerza interior nos distingue”, recuerda Patricia, esposa de Juan Carlos y también mamá de Lorena y Ariel.

Patricia llevó a Javier al club porque un profesor del primario le había sugerido que lo hiciera. En noviembre de 1998 llegó al predio y allí lo recibió Pablo Givelli, DT de la clase ‘88 y ‘89. “Vino con su madre a probarse junto con su primo Juan Cruz. Era flaco, alto (1,87 m), pero le veía condiciones. Lo probé y quedó”, dijo Givelli, entonces al mando del coordinador Mario Ballarino.

Así arrancó en Talleres el pibe de los potreros de Altos de Vélez Sársfield, que luego fijó residencia en San Roque. “¿Selección? Mi sueño es jugar en Talleres. Mi ídolo es Garay”, decía el pibe. “Tiene una cuenta pendiente con Talleres. Lo más triste fue después de debutar con Gareca en 2007. Jugó cinco partidos con Garay y lo bajaron a la quinta”, cerró Patricia.

Lo que sigue es más conocido. El gerenciador Carlos Granero le vendió a Marcelo Simonian el 55 por ciento del pase. Fue a Huracán porque no se sintió contenido, explotó en el Clausura 09, su peso subió de 71 a 75 kilos, fue vendido a Palermo por Simonian en 10 millones de dólares, y Maradona lo convocó a la selección para jugar contra Catalunia (debut y gol) y Alemania. Talleres no retuvo el 45 por ciento restante porque no pudo renovar contrato. “Lo veía lejos. Pero se dio todo en un año y medio. Ahora el Mundial es lo más importante y mi familia disfruta. En Sudáfrica cumpliré 21 años”, dijo a Mundo D. Seguro, Javier.