Después de algunas semanas calientes, de desencuentros y de mucho bla-bla, Talleres habló en la cancha y por eso le ganó 2-1 a Defensa. Una tarde con fotos de muchas sonrisas.

Girando por la avenida circunvalación se exhibe desde hace muy poquito un enorme cartel en la entrada del predio. Llama la atención. No sólo por su soberbia, sino por su tamaño. Es el escudo de la T, brillante, rodeado de un verde césped fotográfico. Al pie del majestuoso logo institucional, la frase de cabecera del gerenciador Carlos Ahumada: “Hechos, no palabras”. Es casi lo único que se le escucha decir públicamente al empresario, después de que se dio cuenta que tenía que explicar muchas cosas que lo irritaban. Por esto, su mensaje, más allá de sus contradicciones que no vienen al caso desglosar en este momento, se trasladó esta vez de manera gráfica a la cancha. Y los jugadores, tras aquella resonante victoria 4-1 sobre Tiro Federal cuando rompió el maleficio de tantas penurias, se precipitó ayer en el estadio de barrio Jardín con su única verdad posible, la de ratificar en poco más de 90 minutos todo aquello conseguido una semana atrás. No brilló en la gran victoria sobre Defensa y Justicia por 2-1, pero el rendimiento del equipo alcanzó como para decir que ayer hubo Fútbol, no palabras. Después de tanto que se habló, de las peleas, de las diferencias, de los exabruptos dirigenciales, de las idas y vueltas en el reacomodamiento cuerpo técnico-jugadores, parece que la mano de Raúl Peralta le está torciendo el timón al Titanic y eludiendo el iceberg de una tragedia posible.

Talleres jugó bien, mejor en algunos pasajes incluso que contra los rosarinos. Hay equipo, parece. Hay memoria. El entrenador, más ratificado que nunca (por su flexible manera de ser que lo llevó a soportar algunas cuestiones alto irritables), bajó el copete a algunos, se lo subió a otros y a la hora del tanteador se puede decir por este entonces que “misión cumplida”.

A tu juego T llamaron. Las fotos en barrio Jardín, el jardín de la alegría, son de la sorpresa al borde de un caos, hacia la exaltación absoluta. Aplausos a don Saporiti. El gol de Defensa es un gol de Calcio. 1-0 en contra. “Hoy hay que ganar”. Francou, el señor de las ráfagas llega a máxima velocidad para calmar las fieras. 1-1. Talleres propone juego, Zermattén le saca polen a la pelota. Salmerón se lo pierde. El medio se ordena. “Te esperamos Belgrano”. El fondo marca. Entra Wilchez. Entra Buffarini. Golazo del Pupi, centro de Buffa. 2-1. Éxtasis. Salmerón pide que canten. Todos cantan. Todos ríen. Festejan entrelazados, saltando, los jugadores. Todos se van bien. Sale Ahumada, con su hijo. Una foto. Dos. Una firma. Dos. Valencia saluda al pasar. Basta de palabras, hechos. Las imágenes del final de la tarde proponen un paisaje entrañable, fiel a la poca costumbre de los festejos seguidos. “Necesitábamos meter marcha atrás. Se habló bien después de la victoria con Tiro. Teníamos que ratificar todo lo bueno que hicimos”, fue una de las frases de Federico Lussenhoff, el capitán.

El rostro cansado, envejecido por 90 minutos, lo hacen suspirar al entrenador. Peralta goza en su interior de una victoria necesaria. Sabe que se salió con la suya, más por su propuesta futbolística, que por tanta interna. “Es el esquema con el que me gusta jugar. Y jugará siempre el que yo considere que se encuentre en mejores condiciones”, dijo el DT. Y parece que los jugadores dan marcha atrás en la compulsa, pero más por entender que se salvan todos, también por volver a adaptarse y más porque es importante, a esta altura, con las urgencias urticantes que al arco hay que cuidarlo. Ah, hablando de ello, Brasca, sí, jugó. El 1 de la T casi que no la tocó en todo el partido y hace mucho que no se lo veía sufrir tantos apremios.

La vida es bella en barrio Jardín, todos se van felices. Las batallas volverán al campo. Pero será All Boys el próximo y directo rival a voltear, en condición de visitante el sábado venidero. Y claro, eso marcará la antesala de un clasicazo, porque habrá que enfrentar a un Belgrano dispuesto a dar pelea también por la necesidad de querer sostenerse en la lucha arriba.

La T tiene una agenda durísima. Pero la hora del cambio parece haber llegado. Eso deberá ratificarse con el paso de los encuentros, aunque ayer en casa propia, el equipo salió a jugar, a buscar, a intentar ideas. Y las consiguió. Por eso parece que hay un valor agregado esta vez, después de tantas malarias.

Por eso todos parecieron decir que basta de peleas, basta de diferencias, basta de internas, basta de palabras. Es la hora del fútbol, y cuando hay fútbol llegan esos resultados que oxigenan el alma, las cabezas y el futuro aún incierto.

Era hora de que se viera una buena victoria, con fútbol, más allá de las palabras.