El mítico escenario albiazul festeja mañana sus nueve décadas. Importantes figuras del mundo jugaron sobre su césped y las glorias de la “T” protagonizaron allí grandes hazañas deportivas. Es mucho más que un estadio.

Curioso caso el del estadio de barrio Jardín. Puede prescindir de la majestuosidad de los grandes escenarios del mundo y, también, de los calendarios de tiempos modernos. Ni siquiera necesita renovar semana a semana el rito de los hinchas cantando y alentando desde sus tribunas. La cancha de Talleres no tiene la obligación de llenar los requisitos de otros recintos similares. Nada de eso.

Muchos de los más jóvenes aficionados albiazules jamás asistieron a sus gradas. Pero para el hincha de Talleres ningún estadio se le compara. La Boutique es identificación pura con el club. Fiel hasta la inconsciencia desde aquel 11 de octubre de 1931, cuando abrió sus puertas (¿o su corazón?) para albergar al seguidor de la “T”. Y este lunes, a la hora de celebrar sus 90 años, renovará un sentimiento que no tiene fecha de vencimiento.

La emblemática ornamentación de estilo art déco de su frente, con un atleta lanzando la jabalina, le brindó al escenario un magnífico acceso y presentación al predio inaugurado nueve décadas atrás. Dos imponentes tribunas de cemento, la techada del sector oficial y la popular descubierta, conformaron un recinto con capacidad para cinco mil espectadores, que se complementó con sala de sesiones, vestuarios, bufé y dependencia de primeros auxilios.

“Hoy se inscribe un nuevo lauro en el libro de oro del deporte cordobés”, tituló a doble página La Voz del Interior, en la noticia más impactante de aquella primavera de 1931. Después del preliminar disputado entre Belgrano de Villa Nueva y Palermo, salieron los equipos que animaron el encuentro de fondo. Los primeros 11 jugadores albiazules que pisaron su césped a las órdenes del referí Italo Malanca (hermano de José, consagrado artista plástico) fueron Alfonso Paolucci; Juan Landolfi y Domingo Bertolino; Demetrio Aguirre, Roberto Ortiz y Carlos Freites; Mario Salvatelli, Benito Albarracín, Hugo Salvatelli, Gregorio Cufré y Eduardo Sánchez.

Rampla Juniors, por entonces poderoso equipo del fútbol uruguayo, concurrió con todos sus titulares, entre los que se destacaba el arquero campeón del mundo Enrique Ballestrero, quien hizo honor a sus laureles y sostuvo el cero en su valla con una soberbia actuación.

Al día siguiente, los uruguayos realizaron su segunda presentación, esta vez ante un combinado cordobés, al que venció 3-2 y donde el puntero izquierdo Antonio Fernández, de la visita, grabó su nombre como autor del primer gol en el flamante stadium.

Las ganas de los hinchas albiazules por gritar un gol de la “T” debieron esperar una semana más, cuando un nuevo amistoso, esta vez ante Sarmiento de Villa María. En un partido más atractivo que el de la inauguración, Talleres se impuso 4-0 y correspondió al defensor Domingo Videla el orgullo de haber dado la primera alegría a los aficionados del dueño de casa.

Con estadio propio, la localía se hizo fuerte: en los primeros 20 partidos oficiales disputados allí, los albiazules ganaron 17 y apenas dejaron escapar un empate (ante Peñarol) y dos derrotas (Juniors y Huracán). Eso sí; el primer festejo grande se hizo esperar hasta 1934, cuando logró dar la primera de sus 36 vueltas olímpicas en el nuevo escenario.

El magnífico inmueble pasó a ser referencia ineludible a la hora de organizar partidos, robándole el protagonismo que había ejercido la cancha de la Liga Cordobesa, en el Parque Sarmiento, y compitiendo en pie de igualdad con el Gigante de Alberdi, inaugurado un par de años antes.

A partir de allí, “el Monumental”, como lo llamaron hasta que en 1975 cambió su apodo por el de “Boutique”, fue escenario de grandes partidos y recibió visitantes ilustres por décadas. Pelé, Maradona, Di Stéfano, Kocsis, Lato y otras celebridades mundiales pisaron su césped.

A 90 años de su inauguración, nunca perdió la esencia: es el lugar donde vivirá por siempre la mística y la pasión albiazul.