El gol de Ángelo Martino, para el 1-0, rescató al equipo, que había sido superado largamente por Banfield en el primer tiempo.

Pocas veces dos equipos ofrecen versiones tan distanciadas de sí mismos con un intervalo de 15 minutos. En el primer tiempo, Banfield dominó ampliamente a Talleres y no se retiró ganador tan sólo porque no pudo aprovechar ninguna de las cinco situaciones netas que tuvo.

En el segundo, el Taladro no ratificó aquella superioridad incuestionable ni la “T” resultó aquella expresión decepcionante que defraudó en todo lo que se podía defraudar (y más también).

Todo lo contrario: luego de que el técnico Alexander Medina hablara fuerte y claro en el vestuario (no lo hizo después en conferencia de prensa -ver aparte-), el equipo se plantó en la cancha con otra actitud, apretó más arriba, empezó a ganarle los anticipos a Banfield y a hacer correr mejor la pelota.

Y a los 8 minutos, con una buena definición de Angelo Martino tras una habilitación del colombiano Diego Valoyes, sacó ventaja en un partido que estuvo a punto de perder.

Hubo de todo en semejante cambio. Pero fue mucho más lo que mejoró el Albiazul que lo que empeoró el equipo local. Era imprescindible hacerlo. Banfield no podía seguir jugando y llegando con la holgura con la que lo había hecho en la etapa inicial. Y Talleres no podía continuar corriendo detrás de la pelota ni dejarse presionar mansamente como le sucedió en esos 45 minutos que de a ratos fueron un suplicio.

Sin poder afirmarse en la mitad de la cancha, con un equipo largo, Mac Allister y Méndez demasiado retrasados, Valoyes y Martino desactivados por los costados y el “Perro” Auzqui y Michael Santos cansados de que no le llegue juego, Talleres se encaminaba hacia su tercera derrota consecutiva como visitante. O cambiaba o perdía. Y cambió. Y pasó a ganar.

Porque el equipo se lavó la cara en el entretiempo. Y se juramentó no volver a dejarse llevar por delante. “No hicimos un buen primer tiempo. Y cuando pasa eso hay que salir con otra actitud a tratar de buscar el partido de otra forma. Creo que en el segundo tiempo salimos a buscarlo más aguerridos. Encontramos situaciones y espacios, y pudimos manejarlo” reconoció Angelo Martino, el goleador de ayer.

Y fue tal cual. El equipo se paró 30 metros más arriba, con la defensa achicando las espaldas de los volantes. Y entonces ya no hubo tanto tiempo y tanto espacio para que evolucionara el toque de los jóvenes volantes banfileños y la pelota le llegara clara a los delanteros.

Además, casi todos en Talleres levantaron la puntería individual. Méndez empezó a sacar mejor jugado el balón desde el medio, Malatini y Enzo Díaz empezaron a subir a menudo por los costados y Valoyes se sacudió la modorra y se atrevió a picar y a desbordar por la derecha.

Ni siquiera en desventaja, Banfield pudo retomar el tono dominante que había tenido en el primer tiempo. Talleres mantuvo la intensidad (aunque ya no llegó tanto). Y cuando no quedó más que defender la diferencia, “Rafa” Pérez (muy sólido y atento en toda la tarde) y las manos de Guido Herrera (que le sacó un cabezazo de gol a Giuliano Galoppo) sostuvieron la victoria.

Había que ganar porque a la “T” se le viene una semana recargada: el miércoles jugará en Rosario ante Estudiantes (RC) por los octavos de la Copa Argentina y el lunes 18 recibirá a San Lorenzo. Y nada mejor que encararla con el estímulo de un triunfo de visitante luego de dos derrotas seguidas en esa condición. Talleres lo hizo porque se miró al espejo en el vestuario, no le gustó su cara y supo cambiarla a tiempo. Con carácter y fútbol en el momento preciso.