Federico Navarro, el pibe que llegó de la mano de Diego Garay y al que Pablo Guiñazú felicitó al debutar en la Primera División.

El 0-0 en el José Fierro y ante Atlético Tucumán no había dejado mucho para recordar salvo para Federico Navarro, el pibe de 18 años que había llegado de Frontera, Santa Fe, en 2013, de la mano de Diego Héctor Garay. “Bien, ‘Fede’; vamos, maestro”, le gritó mientras lo abrazaba Pablo Guiñazú, como si fuera un segundo padre para el volante central albiazul al que el Inter de Italia viene siguiendo y que está dando pasos firmes en el camino de los sueños, pese a su juventud.

No se lo olvidó más. “El Cholo” arrancaba junto con el resto del plantel los preparativos para la segunda final con São Paulo, pero no podía dejar al pibe sin ese estímulo. “Lo extrañamos a cada momento”, le dijo Navarro a Mundo D, tras haber jugado ante Colón y sumar cuatro partidos como titular.

“Estoy disfrutando al máximo de estos momentos. Pero siempre con los pies sobre la tierra. Cuando hacés las cosas bien, los objetivos se cumplen. Pero no me imaginaba tanto. Así que estoy contento”, agregó Federico.

–¿Qué recordás del debut?

–Me acuerdo bien de las palabras de mi papá en la previa con Atlético Tucumán. Me había dicho que el esfuerzo me había permitido tener esa oportunidad. Es paradójico porque confía más en mí que yo mismo. Le agradezco mucho por esas palabras. Estaba ansioso más que nervioso. Pero las sensaciones se fueron cuando entré a la cancha.

–¿A qué edad arrancaste en el fútbol?

–A los 4 años empecé en el club Social y Deportivo Sebastián. Ya de por sí, toda mi familia de Frontera juega al fútbol. Por lo cual nadie me obligó. Es más, uno de mis tíos estuvo tres años en Portugal. Mi viejo me llevó al primer entrenamiento al club. Estuvo hasta los 12 años en ese club.

Gracias al Diego de la “T”

–¿Te probaste en Talleres o viniste de una?

–Llegué gracias a Diego Garay. También lo habían visto a Exequiel Beltramone. Fuimos a una prueba que duró una semana. A la siguiente ya me quedé. Primero arranqué como volante derecho; luego, lo hice de “5”. Eso es lo que soy. Así llegué a la reserva y luego, al plantel profesional. Ante Colón jugué de interno por derecha, pero me pareció más un doble “5” que otra cosa. Cubas la traía; yo debía ayudar. Igual, me sentí cómodo.

Garay es palabra mayor en la “T”. De los últimos “10” en serio que tuvo el club, “el Chino” ascendió con Talleres en aquella final histórica ante Belgrano en 1998 y como hincha del club llamó para avisar que había un pibito llamado Navarro, que podía ser un buen proyecto.

“Es un buen volante central. Va a ser importante en la medida en que lo sepan llevar, ya que es muy joven todavía. Capacidad le sobra, pero va a crecer con alguien de mayor experiencia al lado. Como le pudo haber pasado a Cubas con Guiñazú. Ahora, deberá apoyarse en jugadores que ya tengan algunos años. Lo que veo de Federico me gusta. Realmente”, comentó Garay, desde San Francisco, cerquita de Frontera, el lugar de donde vino el pibe.

La pensión y el estudio

“Vine a vivir en la pensión. Me recibí acá en Córdoba y gracias al club. Somos una familia de mucho trabajo. Mi mamá Eugenia es maestra jardinera y mi viejo Darío trabaja en un supermercado. Además están mis hermanos Facundo, Aylén, Delfina y Paulina”, comentó Navarro.

–¿Como quién te imaginabas y como quién te ves?

–Miraba mucho a Javier Mascherano. Una vez que subí al plantel empecé a mirarlo al “Cholo”. A crecer con su ejemplo. Me ayudó muchísimo.

–¿Te habló antes del debut o fue después?

–Él me vino a buscar y me felicitó. Clarifica. Dice lo que está bien y yo lo trato de usted, ja. Ahora ya no. Impone respeto.

–¿Qué es lo que más se va a extrañar?

–Vamos a extrañar a la persona más que su juego. Es una persona que estaba todo el tiempo alegre. Levantaba al grupo. Cuando tengo la pelota, trato de hacer lo mejor. Correr y recuperar; luego, jugar.

–¿Qué hiciste con la primera plata importante que ganaste?

–Primero cobraba una beca; luego, contrato. Cuando junté un poco, ayudé a pagar las cuentas de la casa. Ayudé a papá y a mamá. Nos pusimos al día.

–¿Tu sueño máximo?

–Salir campeón con Talleres.