Este miércoles, con la vuelta a los entrenamientos de la "T", arranca una nueva etapa del club de barrio Jardín. Será un semestre cargado de competencias. Las exigencias serán otras.

Andrés Fassi, el presidente de Talleres, sabe que querer no es poder si no hay mucho con qué hacerlo. La primera parte de la Superliga le dejó claro que el equipo no tuvo el protagonismo pretendido, que tuvo fallas colectivas (en el acto ofensivo y defensivos; algunas viejas y otras, nuevas) individuales (ídem) y carencias de recambio y lesiones musculares que impidieron sostener esa aspiración.

Y ese plan más con menos para afrontar la Superliga, fue un costo que debió asumir el entrenador Juan Pablo Vojvoda. Es más, hasta el propio Fassi empezó a hablar de un campeonato de transición sin que se especificara hacia dónde, ya que el equipo terminó mostrando pocas certezas (coincidió con los dos triunfos consecutivos ante Gimnasia y Esgrima de La Plata y Godoy Cruz, más los repuntes del clásico con Belgrano y del juego con San Lorenzo) y muchas dudas.

El entrenador ni siquiera pudo consolidar un equipo, uno de los pasos esenciales para tener la tan mentada identidad de juego que se había alcanzado en la era Frank Darío Kudelka. Este plantel fue distinto y más joven. En varios partidos, Talleres terminó con un equipo titular con jugadores de 23 o 24 años de promedio.

Así, podría decirse sin temor que los 18 puntos conseguidos en 15 partidos reflejan, inclusive, que Talleres estuvo mucho mejor en la tabla (15° puesto) que en el campo de juego.

Por eso, en el receso, Fassi volvió a salir a la cancha –o al mercado, en todo caso– para poder conseguir lo que el equipo no tiene. Así cuando al titular albiazul le tocó hacer una evaluación de lo que había sido el 2018, prefirió mirar hacia adelante para insistir con el hecho de que el primer equipo debe terminar entre los 10 primeros de la Superliga y cruzar a fase de grupos. Obligaciones similares de protagonismo que también estarán presentes en las disputas de la Copa de la Superliga y de la Copa Argentina.

Fassi se movió rápido con parte de las soluciones que se necesitan. Abrochó a Dayro Moreno, goleador de Atlético Nacional de Medellín (57 goles en 90 partidos en los últimos dos años), produjo la vuelta de Sebastián Palacios (a un año de haberse ido a Pachuca) y apuntó a una serie de futbolistas como Emanuel Reynoso, Rodrigo Aliendro y Gabriel Gudiño para darle poder al medio y no dejar tan expuesto a Pablo Guiñazú como se vio con Racing y Lanús.

La idea es poder ofrecerle al DT la chance de armar sociedades reales y duraderas. Que puedan estar disponibles más allá de 20 o 30 minutos y exentas de lesiones o de problemas derivados de jugar en marcos multitudinarios. En el Kempes o fuera de él.

Así también podría verse a un Vojvoda auténtico. Sin la necesidad de variar tanto el equipo porque el momento de los elegidos está lejos de ser el ideal. De la misma manera que puede suceder con aquellos jugadores que pueden ser soluciones desde el banco de suplentes. Un Vojvoda menos psicólogo y más DT. Si Fassi puede lograr ese cambio, podrá verse al entrenador, estratega y táctico que fue a buscar. Que es lo que necesita Talleres para este momento.