Los hinchas se fueron del Kempes con un gusto a más de lo mismo tras un pálido empate contra Aldosivi.

Le costó, como siempre. De otro modo no sería Talleres, un equipo al que todo le viene costando mucho. Anoche tampoco fue la excepción. No pudo ganarle de local a Aldosivi y ni validar el triunfo como visitante que venía de conseguir frente a San Lorenzo. Jugó bastante mal, lejos del buen nivel de ese partido, con muchas dificultades para generar juego, dar dos pases seguidos y llegar al arco del Tiburón.

Sí, es cierto que también por culpa de un campo de juego enarenado, pesado y húmedo, que hacía imposible parar la pelota. Pero no pudo hilvanar dos victorias seguidas. Algo que no consigue desde la cuarta fecha, cuando dio cuenta de Godoy Cruz 1 a 0 en el Kempes después de vencer a Gimnasia, en La Plata, por 2 a 0. Ni tampoco terminar la noche metido, en el pelotón de los 10 primeros del torneo.

Las 28 mil almas que en un día laboral y de un calor insufrible se llegaron al estadio con la expectativa de ver lo que la “T” mostró contra el Ciclón, observaron poco y nada de eso. Vinieron a disfrutar de Gonzalo Maroni, pero el juvenil perdió y terminó mal la mayoría de las que pudo controlar.

Imaginaban más de otro pibe, Nahuel Bustos, y terminó tomando decisiones equivocadas. Preveían que Joel Soñora podía emular todo lo bueno que hizo Andrés Cubas contra San Lorenzo, salvo su expulsión. O que Juan Ramírez se despertara de su letargo. Y también se quedaron con las ganas.

No pensaron que le iba a costar tanto doblegar a un equipo golpeado, que venía de tres derrotas seguidas, con cinco cambios, dispuesto a sumar un puntito. Que llegó casi sobre la hora a Córdoba por el paro aeroportuario. Y si se hace el repaso de las situaciones de gol de uno y otro, fue el Tiburón el que estuvo más cerca.

Se fueron con un empate opaco, neutro, triste, con sabor a más de lo mismo. A eso que esperaban ya no volver a observar. Terminó el partido. Y con el 0-0 consumado, hubo dos reacciones en las tribunas: la Willington alentó estruendosamente y al grito de “muchachos, traigan vino, juega Talleres”. Y en las plateas, silbidos.

Dos instantáneas distintas, pero reveladoras de ese “ni” que hoy es Talleres. De ese equipo que de repente apunta para más y se queda a mitad de camino. Ni aún reiterando a 10 de los 11 que lograron el triunfo contra San Lorenzo, como anoche. Poquito para tanta expectativa. Otra desilusión... ¿y van?