Córdoba terminó el domingo, empezó el lunes y seguirá por varios días con cada uno de sus rincones invadidos por la euforia de los hinchas de Talleres disfrutando del gran regalo que ayer les ofreció su equipo, que ganó sin discusión el superclásico. En contrapartida, la tristeza se apoderó del pueblo pirata, que recibió un duro golpe y asiste a unos de los momentos deportivos más difíciles desde que la “B” volvió a Primera, en 2011.

El merecido e indiscutido festejo albiazul y la justificada desazón celeste se dieron en el marco de un gran logro del fútbol cordobés, un hecho digno de ser remarcado insistentemente, como fue haber podido volver a escenificar un clásico oficial con ambas hinchadas, toda una proeza para una liga como la de Argentina, que sufre males eternos, entre ellos, la inseguridad en los eventos futbolísticos.

Desde que los dos clubes más populares de la provincia son conducidos por las actuales gestiones, las directivas encabezadas por Andrés Fassi en la “T” y por Jorge Franceschi en la “B” se han esforzado al máximo por generar espacios de consenso y de acercamiento con el objetivo de desdramatizar cada superclásico cordobés. Tanto han trabajado para enviar señales contra la violencia que hasta han recibido cuestionamientos de seguidores propios que entienden que eso conspira contra las características naturales de estos cruces. Pero el esfuerzo permaneció inalterable y el resultado está a la vista, con otro punto alto en el partido de ayer. En sus accionares, Talleres y Belgrano contaron con la colaboración de los organismos de seguridad de la provincia, que dieron las garantías necesarias.

La convicción de que es posible organizar un clásico oficial con las dos hinchadas se mantuvo pese a la trágica y lamentable muerte del hincha Emanuel Balbo, cuando el año pasado fue arrojado al vacío por fanáticos de Belgrano en el primer clásico por los puntos desde que se produjo el regreso de Talleres a Primera. Hubo amistosos con las dos hinchadas y cuando sólo pudo asistir una, también se trabajó para bajar los riesgos. Así el país fue testigo ayer de una demostración contundente de que es posible que la pasión sea compartida. Por eso hoy, más allá de la gran alegría de la “T” y de la amargura de la “B”, Córdoba muestra orgullosa su clásico.