En Bahía Blanca el equipo de Kudelka volvió a mostrar una mala imagen. Ir a la Libertadores depende de otros.

Ellos son los mismos. Los integrantes de aquel Talleres que terminaba todos los partidos con sonrisas. El Talleres que se iba aplaudido de los estadios. El Talleres que ilusionaba y hacía inflar el pecho de sus hinchas. Ese Talleres que producía orgullo y envidia de muchos clubes de la Superliga.

Aquel que estaba arriba y peleaba mano a mano el campeonato con el poderoso Boca Juniors.

Pero aquel Talleres decidió evaporarse lentamente desde aquella dolorosa derrota en La Bombonera 2-1 donde empezó a olvidarse cada una de las cualidades que lo llevaron a estar ahí, pispeando la cima.

Ayer, en Bahía Blanca en la última fecha del campeonato 2017/2018, la imagen más distante de ese Talleres fue la de este otro: el que terminó a los empujones con los juveniles de Olimpo que habían dejado la vida para irse dignamente ante su gente. Peleado con el rival y consigo mismo.

Ese Talleres, lleno de rabia y de desilusión, fue todo lo que no quiso ser.

Las explicaciones pueden ser muchas, pero la realidad es lo que se vio en la cancha. Y son los propios futbolistas los que se hacen cargo de este bajón, de este Talleres que se fue desinflando lentamente y que llegó a Bahía Blanca con el último cachito de aire.

Estamos hablando de una enorme campaña que no se mancha ni se pierde por este cierre poco imaginado. Que lo clasificó después de 17 años a una copa internacional. Pero todos querían la Libertadores. Porque Talleres es así: te enseña a siempre ir por todo.

Entonces, la Sudamericana sabe a demasiado poco para todo lo que despertó este equipo.

“Nosotros somos los primeros que hacemos la autocrítica y sabemos que estamos en deuda con nosotros mismos y con la gente. Todos queríamos y soñábamos la clasificación a la Copa Libertadores y ahora tenemos que esperar resultados. Es muy difícil. Nos vamos tristes y con bronca. Esto no opaca la gran campaña, pero la verdad que es queríamos ganar por nosotros y por la gente. Para darles esa gran alegría”, contó un Guido Herrera visiblemente triste. Fue el mismo arquero que la peleó hasta el final, yendo a patear el penal del 2-2 y buscando la pelota para ir por la heroica que no llegaría.

“La sensación del vestuario es de bronca y tristeza, porque queríamos ir por la Libertadores. La verdad es que el equipo no estuvo a la altura en estos últimos partidos y nosotros lo sabemos, somos autocríticos. ¿Si se sintió la ausencia de Guiñazú? ‘El Cholo’ es nuestro líder y claro que se siente. El grupo quería ganar y no se pudo”, agregó Fernando Godoy, que tuvo que reemplazar al “5”, al símbolo.

“Es triste este final pero creo que hicimos una gran campaña y se logró clasificar a una copa internacional que no es poca cosa. Dimos todo y no nos podemos reprochar nada”, dijo Joao Rojas, que fue también a la par del equipo perdiendo su mejor vuelo.

“Me voy muy triste, creo que entregamos todo y queríamos ganar. No se jugó como antes y lo sabemos. Pero teníamos esa ilusión. Ahora hay que esperar resultados y ver qué pasa, pero es difícil...”, expresó Aldo Araujo, de lo mejor en la pobre actuación de ayer.

Fueron los que decidieron hablar en un vestuario que estaba sentido, dolido. Con rabia.

Pasaron con largos silencios Gandolfi, Silva y Quintana, caminando rápidamente hacia un ómnibus que viajó hacia Córdoba con la sensación de no ser el Talleres que quisieron ser.

Ayer, tuvieron en frente y en la mano la clasificación: ante un equipo descendido. Ahora, el gran sueño de la Libertadores deberá esperar hasta mañana (si pierde Racing de local ante Colón). O hacer fuerzas para que gane la actual Libertadores y la actual Sudamericana un equipo argentino. En ese caso se abre la chance de clasificar. Parece demasiado poco para lo que este Talleres generó. Ahora será momento de descansar y seguramente el tiempo dará la real dimensión de una campaña muy buena y de un club que volvió a posicionarse donde corresponde: en lo más alto del fútbol argentino.