Pablo Guiñazú, Emanuel Reynoso y Leonardo Gil, el tridente que maneja los climas del equipo que dirige Kudelka.

No hay una fecha cierta de inicio porque el fútbol, a veces, no los tiene. A veces, los aciertos maduran una semana, un mes o al segundo antes de producirse. Sin embargo, podría decirse que el tridente Pablo “Cholo” Guiñazú-Emanuel Reynoso-Leonardo Gil –una de las líneas de las que Talleres puede presumir y con las que comenzó a ganarse el respeto– arrancó como tal en aquel icónico partido ante San Martín de San Juan, en el que el equipo dirigido por Darío Kudelka logró vencer por 3-1 y se anotó el primer triunfo albiazul, que puso fin a un arranque irregular en el que había perdido tres partidos (más que en dos años de gestión de la era de FDK en la “T”) .

En la semana previa, el DT albiazul pronunció el famoso “Voy a morir con la mía” y pasó a los hechos. No cambió su plan de ataque, pero sí la estrategia y ahí nació el tridente. “El Cholo” y “el Colo” ya venían jugando, pero jamás se habían combinado. Es más, Guiñazú se había equivocado en uno de los goles de Aldosivi (derrota 1-2) y Gil, quien había anotado de tiro libre, había creado muy poco. La “novedad” fue la inclusión de “Bebelo”, en una nueva versión. “Dejé de ser enganche. Tuve que aprender a marcar”, reconoció el propio “10”, quien había tenido participación en la primera parte del torneo de Primera B Nacional.

Y así nació el motor de Talleres. En un momento de cierta premura, quizá el único que ha tenido la campaña albiazul en su vuelta a Primera, el técnico de Talleres sacó un conejo de la galera. Y le fue bien. “Es un medio campo con tres volantes zurdos que ofrece dinámica, orden, juego y recuperación. Sus funciones son mixtas, aunque quizás sea Guiñazú es el más dotado para la marca, y se suman Reynoso y Gil, que tienen que complementarlo. No sé cuando nació, pero sí ofrecen una certeza en varios aspectos”, supo detallar el entrenador. Este medio campo le ha dado el equilibrio a Talleres. Cuando recupera la pelota y debe desequilibrar en espacios reducidos, arma un cuadrado en el que queda atrapado el rival, a la espera de que surja el pase a la red. Cuando debe contraatacar, la salida debe ser tan rápida como la transición. El pase con ventaja debe ser de Gil o de “Bebelo”.

Con presión alta o retrocediendo; acelerando o haciendo circular la pelota, siempre la piden: hacen jugar a Talleres. Kudelka sabe que su medio campo es más apto para jugar, pero se las arregla igual para que el equipo se haga de la pelota. Por eso, el orden para retroceder marcando es clave, y “ahí” lidera “el Cholo”.

¿Para crecer? “Bebelo” vive un duelo entre su vocación para crear y la posición que debe ocupar para marcar. Si inicia el ataque, debe perder el miedo a terminarlo (un remate, asistencia o pared) sin temor al regreso. Cubrirlo es un problema que pueden solucionar Gil, Guiñazú o un defensor. La versatilidad del mediocampo permite que los laterales Ian Escobar Leonardo y Godoy vayan al ataque y que los extremos se cierren para desequilibrar en el área. Y se potencien.

En contrapartida, los rivales tratan de vulnerar ese tridente. A Unión le fue bien, pero Lanús lo padeció, por citar dos ejemplos. “Ese día, estábamos convencidos de que debíamos dañarlos así. Pero no estuvieron bien Reynoso y Gil”, supo decir Juan Pablo Pumpido, ahora ex-DT “tate”. “En dinámica, sabíamos que esa línea sería superior a la nuestra y lo fue. Guiñazú es el estandarte”, comentó Jorge Almirón, DT de Lanús. ¿Lo malo? El tridente tiene poco recambio. Fernando Godoy es la opción para Guiñazú o Gil; Nicolás Giménez es la del “10”. ¿Más? El equipo sufre cuando el tridente tiene un punto bajo y la “T” pierde la pelota.

Como sea, el tridente determina.