Perdió 2-0 en el Kempes frente a un "Diablo" que fue más vivo, supo cómo complicarlo y facturó justo. Todo sucedió en una noche signada por el caso Balbo.

Talleres tiene un DNI y dice clarito a lo que juega. En ese código de barras está lo más importante. Las virtudes y los defectos. Lo que muestra orgulloso y aquello que trata de esconder.

Es rápido, veloz y prolijo, pero es muy generoso. Con lo que crea y con aquello que le permite al rival. “Es lógico que estemos descompensados cuando se arriesga tanto”, suele decir Frank Darío Kudelka de su Talleres. Pero también es cierto que para equipos que juegan al error del rival, como lo demostró anoche Independiente, lo que no hace Talleres termina por agrandarlo. Aunque sea poco, el Albiazul va dejando rastros de algunos padeceres: un tiempo más en el acto ofensivo, un excesivo filtro por el botín derecho de Palacios, el pase a la red que no tiene Ramis, hacer todo a la misma velocidad, las lagunas de Reynoso y que, a veces, un ataque claro puede terminar en un contraataque rival.

¿Más? Atrás, el culto a una salida limpia que hace que hasta cuando hay que sacársela de encima, se pretende dar un pase inconveniente. Y que hay partidos como el de Belgrano, en el que el rival “juega a muerte y Talleres, a la pelota”, como supo ilustrar el propio entrenador. Y que si fisura el tridente Guiñazú-Gil-Reynoso, el equipo ya no será el mismo.

Independiente conocía de estos detalles, porque sigue siendo más lo bueno que lo malo en Talleres, y lo convirtió en diferencia. Como los leyeron Unión de Santa Fe y el propio Belgrano, siendo menos futbolísticamente, decidieron forzar el error albiazul y que la desesperación de la desventaja hiciera el resto. El pase a la red y la determinación que le faltaron anoche a Talleres, fueron los grandes valores de Independiente, como cada vez que sale de su estadio. La movilidad de Emiliano Rigoni y el oportunismo de Emanuel Gigliotti más una concentración tremenda para hacer control de pelota liderada por Martín Benítez, fueron suficientes para vencer a un Talleres, que se quedó sin gol, aún cuando terminó con un nuevo tridente (Ramis-Rescaldani-Muñoz por el inicial Palacios-Pipe-Menéndez), y volvió a perder de local, algo que no ocurría desde el encuentro ante River.

Independiente lo respetó un rato y, luego, le facturó todo. Los 40 mil espectadores se fueron renovándole el crédito al primer equipo, en la jornada posterior al caso Balbo y que se espera sea la inicial de un cambio que todos queremos ver reflejadas como en esa imagen de Talleres, Belgrano e Independiente perpetuada antes del juego de anoche (ver páginas 32 y 33). De lo futbolístico, quedó tela para cortar. “Vinieron a no dejarnos jugar. Nos faltó claridad. Pero tenemos la tranquilidad de que sabemos a lo que jugamos”, dijo Guillermo Cotugno, quien ayer ingresó en el complemento. “Tuvimos la contundencia necesaria. Tuvimos menos la pelota, pero resolvimos”, comentó Diego Rodríguez, volante rojo.

El bueno parecía ser el equipo de Kudelka, pero el más vivo fue Independiente. Descubrió los rojos de Talleres.