GRAN PARTIDO. Talleres le ganaba a Newell's durante la mayor parte del partido. Era un festejo total en el calor del Kempes pero Joel Amoroso, en el cierre, le puso un poco de sabor amargo a la despedida del año como local.

El almuerzo del sábado duró un poco más. La modorra posterior que amerita una siesta reparadora para estar fresco a la noche, esta vez no pudo ser. Había que ir a ver a Talleres. Era, contra Newell's, el último partido de local en el año del esperado regreso a Primera División. Y, con esa fiaca a cuestas, los hinchas de la T fueron llegando al Kempes. Los de la platea Gasparini subían rápido para ligar un poquito de sombra.

Los de la Ardiles, sabiendo que estaban más frescos porque el sol no les da de frente, demoraron un poco más. Los de la popu Willington fueron los más remolones y les costó hasta bien iniciado el partido llenar su porción de tribuna. Para esperar soltar la fiesta de siempre.

Y adentro de la cancha, los jugadores salieron no como si fuera el último, sino como si recién arrancara el campeonato. Desde el inicio querían cumplirle a esos fanas que no pararon de cantar, salvo en algunos pasajes. De entrada, los albiazules presionaron a un rival sorprendido y lento. Aunque, en el inicio, tuvieron una por cada lado y parecía que el partido iba a a ser palo y palo de acuerdo a los antecedentes de ambos equipos después la T monopolizó el juego.

Las palmas enrojecidas por la presión y ataques constantes del equipo dirigido por Kudelka entusiasmaron a todos en el estadio hasta que llegó la explosión con el gol de Scocco, en contra luego de un tiro libre de Gil al corazón del área.

El equipo ganaba y gustaba. Hasta el cierre del primer tiempo, valió la pena resignar esa siestita tirado en el catre con el ventilador a full para ir al Kempes a ver al viejo y glorioso Talleres.

Aguantarse el calor, las camisetas pegoteadas de transpiración. Mirar jugar a la T en un primer tiempo casi perfecto. Y en el entretiempo llegó el homenaje a los campeones de la Conmebol que refrescó memorias y volvió a levantar a la gente.

Faltaba todo el segundo tiempo pero, a pesar del crecimiento de Newell's en el campo de juego, parecía que todo estaba controlado por los muchachos dirigidos desde afuera por Kudelka y, desde adentro, por Guiñazú a quien ovacionaron en varios pasajes. Porque el Cholo manda, porque el Cholo contagia desde adentro hacia afuera. Y eso era Talleres que nunca dejó acercar al rival al área de Herrera. Y por eso él y sus compañeros jugaron un partidazo en la despedida de Córdoba en este año, el 2016, que pasará a historia como el del regreso

La T era el equipo que vinieron a despedir hasta 2017 esos hinchas que no se imaginaban este presente tan bueno en la vuelta a Primera después de 12 años vagando por los barriales de la B Nacional y del Federal A. Por esos los aplausos cerrados y de pie que le regalaron todos los que fueron al estadio a alentar al albiazul.

A pesar del empate final de Joel Amoroso que también refrescó esos malos recuerdos cuando el mismo jugador, jugando para Unión de Mar del Plata, amargó a la T en el Federal A. Pero la bronca del final no impidió hacer el balance positivo con una gran racha igual. Porque, aunque Talleres no se pudo despedir de su público ganando como hubiera querido, los aplausos en la despedida fueron de aprobación y de esperanza para lo que vendrá el año que viene.