La historia de dos familias López y Altamirano, que fueron tapa de Día a Día cuando Talleres volvió no pudo ascender a la B Nacional ante Gimnasia de Mendoza. Hoy volvieron a ser tapa, pero para un festejo merecido.

Había que cumplir con la promesa. Carlos, que dos días después de perder una final por el ascenso a la B Nacional hablaba, con alguna broma, con Día a Día lo pidió: “Espero que cuando volvamos nos saquen el diario como pasó esta vez”.

De lo que habla Carlos López es de aquella tapa del suplemento de este diario, cuando la T perdió con Gimnasia y Esgrima de Mendoza en el Kempes y se quedó sin ilusión otra vez. Nuestro fotógrafo Javier Ferreyra había retratado a esa familia desolada, llorando por el no ascenso en la casi vacía platea.

“Devastador” era el título de nuestra portada. Los chicos lloraban sin consuelo y estaban realmente como la palabra lo indicaba en ese entonces: devastados.

A más de un año y medio de aquel episodio están otra vez allí, como en las malas, ahora en el disfrute de un Talleres que parece ir camino a un ensueño.

“¿Qué me decís mi loco? ahora nos toca festejar”, le dice Carlos a Día a Día.

Se trata de la historia de dos familias, todos juntos van a la cancha en cada partido. En aquella ocasión algunos estaban en el baño, otros perdidos por otro sector del estadio y quedó a merced del “clic” de nuestra máquina de foto la imagen en la que se ven a Carlos mirando hacia el suelo, Emiliano -hijo de Carlos- parado de espaldas a la cámara; Lara, tapándose la cara por tanto espanto; Tomás envuelto en su llanto en ese entonces con 12 años (sobrino).

Mientras, Carina la esposa de Carlos está sentada tapada por uno de los chicos; María hermana de Carina y madre de dos nenas también sin consuelo está en el baño y Gustavo Altamirano y Fernanda fuera de la imagen. Todo dolor.

Hoy pueden estar todos en la foto 2016 y contando esta vez que la vida les sonríe de una manera única: Talleres ha vuelto a primera. Son las familias López y Altamirano que van juntos a la cancha, cada partido. Y que les ha tocado salir de tanta malaria en estos últimos años. Y el sábado, en el empate de Talleres ante Brown de Adrogué, festejo mediante se juntaron otra vez en el mismo lugar de siempre, donde también vivieron sus desgracias.

“Esa vez de la tapa en la que salíamos llorando no sabés cómo nos gastaban”, recuerda Carlos a Día a Día con cierta gracia. Suena como aliviado por la situación. “Estaba envenenado con ustedes y nos causó un poco de impacto”.

"Todos me decían: ‘saliste en el diario’. Por suerte pasó eso y se nos acabó la mala”, agrega.

La vida tiene muchísimas vueltas. Está claro. En 1996, con el ascenso de Lasallano en la Liga Cordobesa, Carlos que jugaba en ese equipo fue invitado por Andrés Fassi al Pachuca, en México. Empezaba la historia grande del presidente de Talleres en México y ni uno ni otro tenían idea de que esto que están viviendo iba a ser tal: “Conocí lo que era Pachuca antes, tengo hasta camperas, remeras y muchas fotos”.

Cosas del destino. Cosas del fútbol. “Ahora ya que me sacaste en la mala, espero me saques en las buenas. pero quédate tranquilo que ahora sí que vamos por más. Esa foto, con mi señora Carina la recordaremos por siempre, con nuestros hijos y amigos, pero ahora estamos con otra cara, jaja”, cuenta Carlos.

El lugar de la cábala. Platea baja, Ardiles. Ese es el sector donde ambas familias se ubican en cada partido de local. De visitante, se juntan a comer asados y arman sus previas.

“Nosotros lo vivimos a full, somos una familia muy fanática y hasta lloramos cuando hacemos un gol, siempre nos abrazamos todos juntos, somos como 12”, explica Carlos y continúa: “Hemos ido todos los partidos de local juntos. Vivimos en San Roque y los Altamirano en barrio Belgrano. Y vamos siempre al mismo lugar. Los partidos de visitante siempre hacemos previa. En el partido con All Boys (el del ascenso) hicimos un asado y estábamos todos acá. Cada uno salió disparado a festejar para distintos lados”.

Los malos tiempos quedaron en el recuerdo, pero no en el olvido. Saben que Talleres, por más grande que sea, debe seguir con un rumbo similar al actual para que la desgracia no lo abrace otra vez. “Le tenemos fe a Fassi, ojalá que le salgan bien las cosas”, dice Carlos.

–¿Cuál es la próxima tapa?
–Y... ojalá que sea en la que todos salimos llorando, pero por la emoción de ser campeones de primera.

Las dos familias que van a la cancha son: Carlos López, el de pelo largo. Natalia, Martina y Emiliano son sus hijos; Carina su esposa. La cuñada, María José, su marido “Gorila” y sus hijas Lara y Keila. Gustavo Altamirano y Mariela son el otro matrimonio con Tomás de hijo y Nahuel, el sobrino. Igual, Mariela está ausente con aviso porque se queda a cuidar su beba, Lola.