Rubén Goldberg tiene tres pasiones: los libros, el fútbol y el periodismo. Hincha de Talleres, reivindica el costado estético de este deporte y asegura que el equipo de Kudelka “juega bien, pero no lindo”. El ascenso lo tiene ansioso.

A los 17 años, cuando terminaba la secundaria y vivía en Carlos Paz, tuvo una propuesta para ir a jugar a Argentinos Juniors. Su padre, tan futbolero como él, decidió que su hijo, un wing corto de estatura pero largo de recorridos en velocidad, no vaya.

Así, se le cortó a Rubén Goldberg, “el Corcho” como se lo conoce en el ambiente librero y periodístico de Córdoba, la posibilidad más firme que tuvo de iniciar una carrera en el fútbol.

Después, ya con 20 abriles, la vida lo llevó a trabajar con su tío Bernardo Nagelkop en la emblemática librería Paideia. Así arrancó su oficio de librero, al que, años después, anexó el periodismo, y más específicamente, el deportivo.

Trabajó en La Voz del Interior y en otros diarios como los desaparecidos Córdoba y La Calle, además de haber “laburado” como corresponsal de La Nación en Córdoba y comentarista de Radio Continental.

Pero en 1988 o 1989 –no lo recuerda bien– “el Corcho”, propietario de “Rubén Libros”, la tradicional librería ubicada frente al aún más tradicional bar “El Quijote”, debió optar entre una y otra actividad. Y eligió la primera.

“No se si me equivoqué, pero tuve que optar. Estoy por cumplir 71 años y ya llevo 50 en esto”, comentó Goldberg, con esa risa contagiosa que lo caracteriza, en la charla que tuvo ayer con Mundo D, para hablar de fútbol, del club de sus amores –Talleres–, literatura y el periodismo, sus pasiones.

–¿Cómo te definís?
–Como librero y experiodista. Vivo de los libros desde hace medio siglo. Y para despuntar el vicio en el periodismo, sigo haciendo algo en Radio Nacional, los sábados a la mañana, con César Barraco. Hacemos humor, hablo de libros y de comidas. Soy un gran comedor y hacedor de asados.

–¿El cordobés consume mucha literatura sobre fútbol?
–Últimamente se está inclinando mucho por los cuentos. Los de Eduardo Galeano, Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Soriano y Eduardo Sacheri. Son los más buscados por los padres que quieren que sus hijos se inicien en la lectura. El que más piden es “Fútbol a Sol y Sombra”, de Galeano. Y los textos Sacheri son una gran sorpresa.

–Sos amante de la poesía y en tu librería se venden textos poéticos. ¿El fútbol tiene de ella?
–Claro que el fútbol tiene mucho de poesía. Esa frase de Dante Panzeri, “El fútbol es la dinámica de lo impensado”, tiene que ver con eso. Lo que puede pasar en una cancha no se puede prever. Lo que hizo Maradona, lo que intenta Messi, es poesía. Vivir la cancha es un poema, aunque la gente no lo tenga internalizado así. Lo que hacían los dos Daniel en Talleres (por Willington y Valencia) era poesía pura.

–¿Vas a la cancha a ver a Talleres? Me imagino lo ansioso que debés estar con el ascenso tan cerca.
–Sí, estuve yendo hasta hace unos partidos atrás. Pero ahora que está tan cerca el ascenso, decidí de no ir. No quiero ser mufa (risas). Tengo la ansiedad de cualquier hincha. Prefiero verlo por tele o escucharlo por radio para no sufrir tanto. Soy socio.

Habla de Talleres y al “Corcho” se le iluminan los ojos saltones. Tan hincha de la “T” es, que en el centro del negocio montó una especie de santuario albiazul, sin vidrio, en el que expone distinto obsequios que le hicieron, vinculados con el club.

–¿Te gusta cómo juega este Talleres de Frank Kudelka?
–No me gusta, pero juega bien. Para ser más claro: juega bien, no lindo. Desde lo estético me gustaría que juegue como el Barcelona, pero este es así: tremendamente práctico. ¿Quién se puede animar a cuestionarlo a Kudelka con 37 partidos invicto? De eso hablamos siempre con “la Pepona” Reinaldi. El equipo funciona muy bien en defensa, apareció ese chico Solis y me sorprendió lo buen arquero que es Herrera. Pero a mí me gusta otro fútbol. Yo era hincha fanático de la selección holandesa, de la Naranja Mecánica. Con Ángel Stival cubrimos la final del Mundial ‘78. Que desmienta él: yo no hinché por Argentina. Él me decía que estaba loco.

–¿Por qué? ¿No te gustaba como jugaba esa selección?
–Yo no quería que saliera campeón, por la connotación política. Era el tiempo de la dictadura. Nosotros estábamos en el sindicato de prensa. Cubrimos el partido en una tribuna que se hizo para los periodistas dentro de la cancha de River. Al año siguiente escribí en el diario Córdoba una nota que titulé: “Nadie se acuerda de mí”. Hacía hablar al palo en el que rebotó aquel remate de Rensenbrink.

–¿Es demasiado comparar a Amadeo Nuccetelli con Andrés Fassi?
–Son tiempos distintos y un fútbol distinto. Pero tienen algo en común: la visión de un Talleres grande, una visión clara de lo que pasaba, cada uno en su momento. Al “Zorro” lo conocí por el periodismo y cuando era preparador físico en Córdoba. Después que se fue a México no lo vi más. Pero estoy enterado de todo por Miguel Cavatorta (encargado de imagen institucional de Talleres), a quien lo conozco por su vinculación con un amigo recién fallecido, como Francisco Delich.

–¿Creés que está haciendo las cosas bien en Talleres?
–Tiene una mirada actual del fútbol y está copiando modelos exitosos como el español y el mejicano. Coincido con él en que los dirigentes de los clubes respondan con su patrimonio, pero creo que los clubes tienen una función social que cumplir y deben ser entidades civiles sin fines de lucro. Si Talleres asciende, tiene por delante algo muy difícil: mantenerlo en Primera División y que no descienda ahí nomás. En eso, Belgrano, una palabra que no aparece en mi vocabulario (risas), hizo las cosas bien. Me parece bárbaro el acercamiento entre Fassi y Armando Pérez.