De todos los puntos que se trataron en la histórica asamblea en Talleres, quedaron en claro dos puntos en particular: al hincha le importa mucho más el predio que aquello que se puede generar en el mismo. Pocos socios objetaron o mostraron descontento con la desproporcionada distribución de los porcentajes de los futuros juveniles vendidos (75 por ciento para el inversor, 25 por ciento para el club) aunque todo depende de la óptica o ángulo desde donde se analice. Nadie pone plata gratis en un mundo sin filántropos. El fútbol argentino vive etapas de transformación, de cambios, mutaciones, con un timón que se posiciona como mira en una Superliga profesional, con el ingreso del capital privado a los clubes. Este avance es inevitable.

Andrés Fassi entendió bien esto. Es más, su plan fue siempre en ese sentido. Apoyado en la magnífica campaña deportiva, a minutos de celebrar el segundo ascenso en año y medio, como carta principal. El as bajo la manga fue precisamente su renuncia en caso de no ser aprobado ese punto que le otorga facultad a la comisión directiva de disponer los activos de la institución. Y ahí es donde empezó la tensión tan esperada, porque hasta ese entonces, fue más una exposición que un debate.

A ver: ascensos, mercadotecnia, inferiores de AFA en registros históricos, plantel jerarquizado, patrimonio revaluado, son apuntes aprobados e incuestionables de la mano de Fassi como único responsable. Simplemente el predio tiene tanto valor sentimental que motivó otro estudio. No quiere decir que sea vendido mañana, solo que una vez construido el faraónico “Mundo Talleres”, las 24 hectáreas, no dotadas de todo el acondicionamiento según expertos (o interesados), podrían ser negociadas.

Fassi no tuvo piedad. Al votar ese punto, puso en duda su continuidad al frente del proceso exitoso que lleva a cabo, en caso de no aprobarse. Para muchos esa actitud fue símbolo de autoridad, de extorsión. Muchos tuvieron miedo, embelesados con este sueño que viven despiertos de un Talleres en los primeros planos y en boca de los medios de todo el país. Metodología de otro nivel en todas las áreas. No fue signo de debilidad, sino de capacidad. Una clase de couching, de manejo psicológico de la escena. Y lo logró, le salió redondo. Con lo bueno y lo malo. Con las críticas que también se ganará porque eso de “quedará en la conciencia de los que no apoyaron este proyecto” suena también a presión.

La cuestión es que Fassi y compañía tienen vía libre para disponer de los activos y de recibir inversiones para la futura venta de jugadores, a cambio de infraestructura, aplicación de valores y procedimientos que dieron frutos evidentes en Pachuca, en tierras mexicanas. Una vez de pie todo ese emporio, no habrá lugar ni a la discusión y mucho menos al reproche, porque seguramente estará dotado de toda la tecnología de primer mundo para el mejor desarrollo del proyecto. Un manejo de sociedad anónima en una Asociación Civil sin fines de lucro. En dos semanas como máximo, el equipo dará la vuelta, coronando el ascenso a la máxima elite nacional después de 12 largos y extensos años. Con esos pergaminos, hubo más socios ilusionados y confiados que cautos. Lo demás es subjetivo. El socio votó y eligió un plan diferente, exitoso en otras latitudes, con la misma gente, y será el tiempo quien juzgará el resultado. Fassi tiró sus credenciales sobre la mesa, amenazó con irse (quizás con algo de acting) y se quedó con la venia y conformidad de la asamblea para seguir creando-gestionando. Talleres apunta a un nuevo horizonte, tiempos de cambio, y en un tiempo analizaremos si fue negocio o no lo que suceda con el predio que Amadeo Nucetelli supo adquirir, con mucha visión, con la venta de Humberto Rafael Bravo y Ricardo Cherini a Francia.