En el Mundo Talleres, el único triunfo que no se discute es el del ascenso, el de la victoria final, el que determinará un título, aunque sea una exigencia salir de esta categoría y, para otros tantos, sea el inicio de otra obligación que sólo se terminará cuando el equipo esté en Primera División. Es el pase a la gloria para sus jugadores, la deportiva y la de su bolsillo.

Y lo mejor es que no hay papeles predeterminados. La historia la puede escribir cualquiera. El mejor premio puede ser para el menos pensado. Maximiliano “Chipi” Velasco hizo el gol final y de taco ante San Jorge en la noche de las 62 mil personas en el Kempes, mientras que Gonzalo Klusener tuvo que ver de la tribuna el ascenso de 2013 al haber sido suspendido por quinta amarilla ante Maipú.

Roberto “Lute” Oste era suplente, pero hizo el penal definitivo en el ascenso de 1998 ante Belgrano y cumplió la ley del ex, mientras el goleador José Zelaya esperaba en el banco. Daniel Kesman, Ramón Benítez y Oscar Osorio inscribieron sus nombres en la final del ascenso ante Instituto en 1994, y pasaron a ser inolvidables en el Mundo Talleres. Tenían una carrera sacrificada y dieron ese “plus”. El que te hace trascender. Todos se fueron y se retiraron, pero hicieron historia en Talleres como el resto de sus jugadores y sus respectivos conductores como Sialle, Gareca y Willington-Trignani respectivamente. Para Kudelka y sus dirigidos se abre la posibilidad. La de entrar en la historia de Talleres.