Pasó el luto y nacerá otro Talleres. En todo sentido. El juez Saúl Silvestre tratará de normalizar al club (saneamiento del pasivo y elecciones posteriores que superaron la estimación de mayo de este año) cuanto antes y deberá definir si continúa y cómo la coadministración del Fondo de Inversión con el fideicomiso.

O sea quienes definirán la formación del nuevo Talleres. Pero más allá de los criterios para elegir al entrenador (sea Jorge Ghiso el que continúe o el que lo suceda) y la integración del nuevo plantel, se abre una etapa para confirmar aquellos amores que se declaran por el club desde las palabras, pero que en los hechos invariablemente se han perdido. “Yo a Talleres lo quiero”, suelen decir muchos jugadores que se formaron en el club y se han ido en busca de otros horizontes. Muchos lograron destacarse y algunos llegaron a la selección, por caso.

El “volveré a Talleres cuando le pueda dar algo”, fue otra variante. También podrían plantearse alguna excepción para quienes fueron ídolos y no los dejaron regresar, como Julián Maidana. También hubo otros jugadores que no pasaron por el semillero, pero siempre dijeron ser hinchas de Talleres y que les gustaría jugar allí. Pero a las palabras se las llevó el viento. La primera estadía del primer equipo albiazul en el Torneo Argentino A duró cuatro años y solamente Javier Villarreal (aceptó ser discutido por su pasado Belgrano; le costó horrores ponerse plena y en el reducido logró gravitar) y Francisco Dutari (estuvo un año y había venido de Godoy Cruz) “bajaron” a darle una mano en su peor momento.

Talleres ha regresado increíblemente al Argentino A, y se abrió nuevamente el registro de inscripciones para validar el amor por el club. Hay algunos jugadores muy identificados con la “T”, a los que se irá a buscar. Esté quien esté. ¿Se mantendrá la tendencia o alguien vendrá a darle una mano de verdad a un Talleres que vive su peor momento? ¿Quién se animará a tratar de experimentar esa sensación intransferible de sacarlo del pozo?

Ojalá existan excepciones y que ese fenómeno de concurrencia que repetirán los hinchas tenga la identificación correspondiente en los que visten de corto.