Crónica de una resurrección anunciada. La T obtuvo un triunfo imprescindible. Debe sumar mucho todavía, pero escribe su historia con Pavón.

Realismo mágico. Es real que Talleres esté en la Mala Hora, en la cornisa de los promedios, en su propio laberinto. Y es mágico que un pibe como Pavón, con apenas 18 años, salga ovacionado por 25 mil personas por clavar dos golazos, sobre todo el segundo, para el 3 a 1 del albiazul sobre Patronato, que le permite volver a creer cuando para muchos era Crónica de una Muerte Anunciada.

Realismo mágico. Talleres necesita sumar, mejorar, conseguir al menos seis triunfos, reescribir su historia en la B Nacional, ganar un Novel de Literatura... De todo para la salvación. Mágico por el golazo de Barrionuevo (de nuevo, como el que le hizo a Instituto a lo Riquelme) para el 1 a 1. Mágico por el juvenil Pavón, que encara e impone su habilidad y frescura. Y pone el 2 a 1. Y la pone cerca del ángulo para el 3 a 1 y para desatar El Amor en los Tiempos del Cólera.

Nadie hace magia, pero Jorge Ghiso paró mejor al equipo, que sigue siendo frágil atrás (y por eso arrancó perdiendo, en el amanecer del juego por un rechazo de Santillo que capitalizó Bogino), pero va enderezando esa última línea, con Bottino de lateral y Burgos cada vez más sólido de zaguero.

Vitrola trajo su relato cuando en barrio Jardín se hablaba del Relato de un Náufrago por la mala campaña del equipo. Avaló a Leyes y a Díaz en el medio, y los dos son figuras. Sobre todo el Tin, jugando, administrando la pelota y los tiempos y además, metiendo.

Y rescató a Barrionuevo, y le dio un plus a Pavón. Y por eso Talleres empató rápido, llegando por las puntas, desequilibrando con el pibe, juntando los botines sutiles de Álvarez y el Indio Barrionuevo, que arrancó el arco en el 1-1.

Parafraseando a García Márquez, Ghiso parece decir: “Yo no Vine a Decir un Discurso”. Hay que barrer La Hojarasca del Otoño del Patriarca por el que pasa Talleres, y pensar en un Buendía.

Del Amor y otros Demonios. Había que ganar, y Talleres lo hizo. Fue superior en la primera parte y casi desnivela cuando Bértoli le adivinó las intenciones a Sánchez Sotelo (no funcionó como pivote, de espaldas al arco. Muy aislado). En el segundo tiempo, el partido se emparejó, se afeó. Hasta que Barrionuevo la puso contra el piso y metió un cambio de frente de 70 metros para que Pavón superara el cierre del defensor y venciera la floja resistencia del arquero de Patronato. Gol, triunfo parcial y tranquilidad. Aunque con Talleres no se puede estar tranquilo nunca.

Pero Burgos rechazó todo, Leyes se multiplicó, el Tin se jugó todo y el estadio se vino abajo cuando Pavón hundió la red en el tercero. Y las tribunas se levantaron para aclamarlo.

Ganó Talleres y respira. Y su gente lo alienta porque nunca dejará que pase por Cien Años de Soledad. Ganó Talleres y cree. Porque quiere Vivir para Contarla. Y porque en el realismo mágico de su historia, nada es imposible.

Obras de final feliz. Talleres volvió a ganar, y otra vez 3 a 1, como contra Ferro y contra Independiente Rivadavia, últimos halagos.

La figura. CRISTIAN PAVÓN. Dos goles, el segundo, golazo, ponen al juvenil en lo más alto del podio. Salió ovacionado. Barrionuevo también desequilibró y sobresalió el Tin Díaz.

El árbitro. ALEJANDRO CASTRO. No influyó en el resultado, aunque fue permisivo en algunas faltas. No amonestó a ningún jugador albiazul.