A 15 años. Roberto Lute Oste recuerda su penal y el ascenso de Talleres en 1998. Sí, la recordada final ante Belgrano, en aquel 5 de julio. El regreso a uno de los momentos de mayor gloria de la T.

La pelota iba por el aire. Y cayó a metros de la mitad de cancha. Mientras, en la popular norte (hoy Willington), 10 mil marionetas se movían por los hilos de la locura. Roberto Luis Oste, el Lute, el número 16, el suplente de Zelaya, el sustituto de la esperanza, fue y la levantó.

Era el balón que acababa de patear Cristian Binetti. La bocha reventó tanto el travesaño por encima de la cabeza de Mario Cuenca, que fue a parar allá lejos.

Antes que todo eso, por los goles de Carnero, Sosa y Artime en Belgrano y por los de Lillo, David Díaz y “un tal” Javier Villarreal, la T y la B dirimían la final del siglo por el ascenso a primera. Alarcón y Manrique fallaron en el Pirata; en el Matador Clementz y Astudillo. Los hinchas estaban retorcidos, mitad y mitad en el viejo Chateau, frente al 3-3 en los tiros regulares. Y ahora iban uno contra uno.

Pero Binetti justo había fallado. Por esos centímetros que se salen del foco en los penales. Pero antes que todo eso, Talleres y Belgrano habían jugado 180 minutos en los que la T venció 1-0 en el juego de ida y en los que en este partido que acababa de terminar, la B había ganado 2-1, por ese tremendo tiro libre de Luis Sosa sobre el final.

Entonces... los penales. Entonces, Oste, con la historia del más grande duelo de todos los tiempos dentro de una bola de cuero.

“Estaba abrazado con Javier Villarreal y cuando vi que la pelota rebotó en el travesaño y volvió hasta la mitad de la cancha dije que esta vez no se me escapa. Agarré la pelota, la llevé un par de metros y acomodé. En esa caminata con la pelota bajo el brazo iba viendo el cartel donde iba a saltar y recién cuando la acomode decidí patear a donde lo pateé”, le dice el Lute Oste a Día a Día. Roberto Oste habla por teléfono desde Ecuador, donde acompaña en el cuerpo técnico del Deportivo Quito a Rubén Darío Insúa y sale un lamento por la línea. “Es imposible estar mañana (por hoy) en los festejos. No podré patear de nuevo, ja”, dice el Lute.

Es que, desde aquel 5 de julio de 1998, sí, tres lustros, el Lute repite el rito de patearle al “diente” (así apodaban a Ragg arquero de la B) y celebrar la vieja conquista. “Sé que habrá festejos como siempre, pero no podré estar, una pena”, dice el ayudante del Gringo que se prepara para un viaje con el equipo en Ecuador. “Me acuerdo que cuando llegué a mi casa aquel día, mi señora me pregunta cómo había sido y le dije que me acordaba de dónde había saltado pero no de hacia dónde había pateado”, resalta el Lute de aquel glorioso penal en la historia albiazul. Y de golpe se pone un tanto reflexivo: “Es lo que me marcó en mi carrera. Por ahí viví muchísimas emociones en el fútbol, pero por la carga emocional, aquella final del siglo, se hizo un folklore muy lindo. Talleres es lo que más me va a identificar por siempre. Por eso, el 5 de julio es mi segundo cumple”, termina.

Después de cortar, Oste se queda con bronca. Es que seguro que quiere volver a patearlo.

“La carga emocional, aquella final del siglo, se hizo un folklore muy lindo. Talleres es lo que más me va a identificar por siempre”.

“Estaba abrazado con Javier Villarreal y cuando vi que la pelota rebotó en el travesaño y volvió hasta la mitad de la cancha dije que esta vez no se me escapa”.

La opinión de Javier Villarreal


Me queda una cierta nostalgia. La ciudad estaba conmovida y se hablaba de ese partido en medio de un mundial de futbol (Francia ‘98). Con el tiempo uno lo mastica, lo analiza y va a ser algo que no se va a repetir. Me da una gran emoción de haber sido parte y de haber pateado un penal, que si lo erraba ascendía Belgrano, el primer penal que me marcó como jugador. Me queda menos tiempo en el fútbol y disfruto cada detalle que antes no me daba cuenta, lo que se vivió y lo que significó; una cierta nostalgia que queda y que te da mucha alegría.