El Matador volteó a Newell´s por Copa Argentina y sorprendió a todos. Un año de aquellos, Albiazul.

Decir TREMENDO y escribirlo así, en mayúsculas, parece poco para Talleres. Parece poco, porque el Matador tiene un año, este 2013 claro, en el que todo le sale redondo. Donde los astros se alinearon para empezar a recuperar todo ese prestigio perdido, que lo tenía desahuciado en el averno del Torneo Argentino A hasta no hace mucho.

Pero todo cambió. Para bien. Y Talleres vive un presente de ensueño. Donde ya nada es poco. Y todo anhelo le va quedando chico. Es cuestión de animarse nomás. Justo en el año de su centenario (el 12 octubre festejará los 100 años) Talleres emboca todo lo que tira.

El miércoles lo demostró, dando una noticia bomba para todo el fútbol argentino. Sí, porque bajó al gran Newell’s. Al equipo del momento en el país. Fue 1-0, en Chaco, por los octavos de final de la Copa Argentina. Y ahora se vendrá Estudiantes de Buenos Aires, pero eso quedará para más adelante.

Este es un resultado que se encadena a otros tres grandes hitos que tuvo este 2013. Y que obliga a hacer un balance de lo conseguido. Que es más que importante para el equipo de Cacho Sialle.

“Qué año, maestro”, decían ayer los cientos de matadores que se llegaron hasta Resistencia. Y en sus mentes hacían un viaje hasta esa noche del 13 de marzo, en la que con un gol del mismo actor de ayer (Gastón Bottino), bajaba a Belgrano también por Copa Argentina. Un triunfo que quedó marcado como el Bottinazo.

Pero habría más. Y sería cumplir el gran objetivo de la T: ascender. Algo que consiguió el 6 de mayo, ante 60 mil almas en un Kempes que explotó, ganando el Undecagonal con aquel gol de la Chancha Velasco ante San Jorge.

El miércoles sumó un capítulo más. Tremendo, Talleres. TREMENDO.

La opinión de Jorge Nahúm. El laboratorio de los sueños realizados. De aquel Kempes colmado en el festejo de los 99 años, de la alquimia que produce la energía en masa, surgieron tres deseos: ascender de categoría, por sobre todo; darse un gustazo contra Belgrano (algo que se había vuelto esquivo) y reinventarse para un objetivo digno de otras épocas de esplendores.

Este Talleres casi centenario va materializando cada deseo y después de años borrascosos, quiere llegar maduro a los 100. Ya salió del pantano en el que encalló por errores propios. Ya se saneó deportiva e institucionalmente. Ya festejó en una noche de Copa contra el clásico rival. Así, de un trago embriagador. Y ahora se enfrascó en un sueño que incluso supera los bordes dorados de cualquier deseo: avanzar en un torneo que premia con un pasaje a la Libertadores. Es decir, tomar un vuelo chárter después de recorrer en bondi los mapas ignotos del Argentino A.

Talleres se retroalimenta con esos sueños y deseos insignes. Y con el trabajo a conciencia, con el laboratorio que le da resultados como el gol de Bottino a Newell’s, preparado con esmero y ensayado una y otra vez. Con casi 100 años, volvió a creer que lo que parecía imposible puede ser otra vez real.