La creación de la ONG “Hinchadas Unidas Argentinas” generó la indignación de todos los sectores vinculados al fútbol, pero sobre todo, de los hinchas genuinos, esos que pagan su entrada o cuota social, por el bien del equipo de sus amores. El fútbol argentino hace rato que perdió inocencia, dentro de esta industria donde políticos, dirigentes, barras, representantes y jugadores se enriquecen y los clubes siguen siendo pobres y endeudados. Y la violencia es precisamente el eje en cuestión, el cáncer a extirpar, por la salud del más pasional de los deportes. La familia abandonó los estadios, y los violentos parecen adueñarse no sólo de las tribunas sino de la vida de los demás protagonistas.

El miedo los alimenta. No descubrimos nada con esto, sólo que la aparición de la Fundación La Fiel, de la barra de Talleres generó las mismas sospechas, porque la barra albiazul también cuenta con antecedentes no muy magros, divisiones, y episodios ilícito.

Más allá de la buena intención que pregonan, en colaborar con instituciones y chicos con bajos recursos, se abre una alerta, en un contexto político, a un año de las elecciones en barrio Jardín. La política provincial y municipal dice presente, ya sabemos el plato final y lo que sucede cuando se mezclan estos ingredientes. Por lo pronto, no siempre es saludable institucionalizar los actores principales de la violencia, ni darles entidad. Todos tienen derecho a una voz y a un espacio, pero que la ingenuidad nos valga cuando haya otros sucesos funestos que informar.