Perdió Talleres. En Tucumán, San Martín lo venció 1-0 cuando el partido terminaba. Patricio Rodríguez, con la mano, la embocó.

San Martín estaba igual de hambriento que Talleres. No tenían un mango y habían mostrado su austeridad. No encontraban ni migas para mitigar esos estómagos vacíos de fútbol. Estaba cantado que iban morirse pobres. Pero no. A seis minutos del final, Patricio Rodríguez, que andaba escarbando los desechos, fue millonario en el área chica de la T. Sí, puso la cabeza y la mano y el Ciruja se llevó un triunfo agónico: 2-1 y a llorar al campito.

El inicio mostró dos equipos sin muchas ideas para lastimarse. Tanto San Martín como Talleres no acompañaron su entusiasmo con la capacidad para generar espacios. En la T, Claudio Riaño y Seba Sáez fueron la mejor asociación. Con el 4-4-2 bien definido, los de Bianco se apoyaron en lo que pudiera resolver Agustín Díaz en tres cuartos de cancha. Pero, poco pudo generar el Tin, siempre asfixiado por la marca del rival.

Enfrente, a través de Oviedo y Gustavo Ibáñez, el local quiso acentuar un protagonismo que nunca fue tal. La más clara fue para los cordobeses. Iban 23 minutos cuando Sáez escapó por la izquierda, envió un centro atrás y Emiliano Pérez no conectó por poco. Después, el Santo llegó con un remate frontal del Ratón Ibáñez que controló Etulain.

A los 38 Talleres casi lo emboca. Díaz remató rasante, el arquero del Ciruja dio rebote y de atropellada, Riaño no pudo gritarlo. Sí, abajo del arco Pave lo evitó con la ayuda del palo.

Pero después no hubo mucho más. No alcanzó con los desbordes de Romat, que de sorpresivos pasaron a ser cantados, desnundándo así la falta de creación entre los volantes albiazules.

Ideas perdidas. El complemento no distó mucho de lo que fue la etapa inicial. Otra vez fue la T la que se calzó el traje de protagonista. A los 8 minutos, Sáez anticipó de cabeza en un córner y casi abre el marcador. Pero el Ciruja contestó con un remate de Ibáñez y Etulain tapó con inteligencia.

A los 37 Talleres lo tuvo de nuevo. Pomba cabeceó en el área chica pero el puñetazo salvador del arquero evitó la caída. Sí, otra vez los de Bianco cerca de desnivelar.

Ante la intermitente aparición de Díaz, Bianco entendió que hacía falta explosividad. Entonces, le puso en cancha a Strada para generar juego junto al Tin. ¿Cambió algo? Muy poquito.

Con más ganas que idea, algo que ya había mostrado en el debut ante Libertad, Talleres intentó con gente nueva. Sí, Ramiro Pereyra ingresó para aportar su sabida cuota de fútbol, pero poco le dio a un equipo largo.

Mientras, Riaño y Sáez corrían en forma desmedida para tener una bocha al pie. Mucho desgaste para tan poco usufructo.

Ante ese panorama, San Martín se animó. El DT de los tucumanos, Monzón, mandó a la cancha a Balvorín para generar peligro con la experiencia del delantero.

La historia comenzó a torcerse de a poco. A seis minutos del final, Pereyra perdió la bocha, vino el centro al área y Rodríguez, ¿con la mano? puso el 1-0 definitivo. Sí, ahí el Ciruja encontró su moneda.

La figura: Emiliano Gianunzio. El volante central volvió a demostrar su temperamento y actitud para jugar. Fue equilibrio al medio y se cansó de recuperar para que los otros jueguen. En el local, el Ratón Ibáñez tuvo momentos de gran juego. También de destacó el volante Álvaro Brun.