Fue vicepresidente de Brown en los ’70, y cuando estudió en Córdoba se hizo de la “T”. El domingo cotejarán sus pasiones.

Nunca lo hubiera imaginado. Ni siquiera para alguno de los cuentos que hoy escribe en el taller literario que le sirve de refugio, ya con el guardapolvo de farmacéutico colgado en el placard.

El partido entre Guillermo Brown de Puerto Madryn y Talleres todavía le suena imposible a Julio Alberto Patané, quien en los ’70 fue vicepresidente del club chubutense y en sus épocas de estudiante de la Universidad Nacional de Córdoba se hizo fanático de la “T” a pesar de vivir en Alberdi.

“La verdad es que tengo el corazón partido”, sostiene este madrynense de 70 años, hijo de uno de los fundadores del Guillermo Brown y vecino de ese club durante muchos años. “¡Si nos habremos pasado noches sin dormir por los concursos de tango y de baile que se hacían allí!”, rememora Julio, quien admiraba al arquero Miguel Ángel Rugilo e intentaba emularlo en los picados, aunque practicó pesca, tenis y buceo en “la Banda”.

“Cuando se fundó el club Brown, en 1945, la ciudad tenía 1.700 habitantes, ¡imaginate que ahora hay 100 mil! En los comienzos eramos los ‘negritos’, y los ‘bienudos’ eran los de Deportivo Madryn, que es nuestro clásico rival. Yo fui dirigente cuando volví a Madryn durante 11 años, después de recibirme y antes de regresar a Córdoba para siempre”, apunta.

De su vínculo con Talleres dice que nació a principios de los ’60, cuando un amigo de la facultad lo llevó por primera vez a la Boutique. “Cuando salió el equipo, vi los colores y me enamoré”, recuerda Patané. “De ahí en más, lo seguí siempre; aunque ahora hace ocho años que no voy a la cancha, porque sufro mucho y cada partido de la ‘T’ es un parto”, añadió. Confeso admirador del ex boxeador César Brión y de la revista Hortensia (“Fui amigo del ‘Gringo’ Cognini y tenía la suscripción número dos”, recuerda), Patané anticipa su faltazo al partido del próximo domingo. “Si lo pasan, lo veré por televisión, pero no voy a ir porque quiero cuidar mi salud”, dijo.

“Además, tendría un enorme cargo de conciencia. Para mí, Brown es un amor y Talleres es una pasión; imaginate, ¿por quién de los dos voy a hinchar?”, puntualiza. “Nunca pensé que un club de Madryn iba a llegar tan lejos, y mucho menos que Talleres iba a descender hasta un Argentino A, pero así son las cosas”, afirmó.

Y antes de la despedida deja una frase que sintetiza, con la autoridad que da el conocimiento y la profundidad que surge del sentimiento, lo que representa este duelo impensado y casi surrealista para él: “Brown está jugando por un sueño; Talleres sale a la cancha con la necesidad de ascender”.