Se anima. El defensor Guillermo Cosaro se acostumbró a gritar goles. Su sueño de ascender y la lucha para no claudicar.

El hombre elige a cada rato. Guillermo Cosaro, de 21 años, es joven, tiene novia y amigos. En enero, el sol parte la tierra y podría estar panza arriba, viendo como el tiempo se pierde en algún parador de Carlos Paz. Prefiere estar en San Juan, ser alguien en el fútbol y dice que no nació para estudiar. Le duele perderse momentos con los suyos, pero sabe lo que desea. Por eso, el domingo, cuando marcó el segundo gol ante Desamparados, comprendió que para llegar hay que apostar y resignar.

Su voz está disfónica. Son las pruebas del festejo prolongado en colectivo de vuelta a Córdoba. “Tengo la garganta a la miseria, se festejó mucho al terminar el partido, sabíamos que era clave ganarlo para estirar la brecha con Desamparados que pelea arriba”, le dice Guille a Día a Día.

Llegó a Talleres en 2006 y luchó por llegar a la Primera. “Es difícil tener un lugar en el equipo, hay que pelear todos los días para conseguir un lugar y ser más chico lo hace más complicado”, cuenta.

–¿Por qué al juvenil le cuesta mostrarse en Talleres?
–Estamos en un club demasiado grande y la necesidad indica que hay que ascender sí o sí. Por eso, entiendo que a veces traen jugadores de experiencia o jerarquía para tener más seguridades. Igual, si uno trabaja, las chances llegan. Después, son varios factores que inciden para que uno pueda jugar y cumplir los objetivos.

Cosaro está feliz. Marcó el segundo tanto, previo pase de Cristian Zárate. Y de puro reflejo vuelve a recordar el momento. “Vi como encaró Zárate, le tiré una buena diagonal, le marqué el pase y le pegué rápido porque no sabía si había alguien atrás. Estoy muy contento, los últimos dos goles los convertí viniendo desde el banco. Llevo varios, ja, esperemos que no se corte la rachita”, dice chocho.

Termina de contar su gol. El cuarto en la actual temporada. La cabeza le retumba por el grito de los 250 aventureros que viajaron a tierras cuyanas. Y en esos rostros, encuentra a su familia. “Es muy importante el apoyo de ellos, de mi novia y mis amigos. Son los que te levantan el ánimo, los que te marcan errores o generan fuerzas para seguir remándola”, manifiesta.

Despejar la cabeza. Toda rutina puede convertirse en trampa. Cuando no entrena, el tipo sigue pegado al fútbol. “Me gusta ver partidos de Argentina o Ligas europeas, es algo con lo que la paso bien”. ¿La novia no se enoja? “Y, a veces se cansa un poco, entonces vamos al shopping y algo le tengo que comprar. Igual, a ella le gusta el fútbol, va a los partidos de local y hablamos sobre cómo juego, pero un rato para no hartarnos”, sostiene el nuevo hombre gol de Talleres. Es cierto que Cristian Zárate entró y cambió el partido. Que la mayoría de los flashes y grabadores fueron a su encuentro.

Pero Cosaro tiene su historia, sus dolores. “Es hermoso jugar en Talleres. Pero cuando llegué a la cancha de Desamparados, todos mis amigos estaban en la pileta. Obvio que también dan ganas de estar con ellos, pero cuando uno tiene claro qué quiere puede elegir”.

La palabra elegir flota en el aire. Desde sus primeras corridas en San Martín de Laboulaye hasta su gol ante el Víbora. Toda una vida eligiendo. “Capaz soy un goleador escondido”, suelta entre risas, animándose. Quizá la vida sea eso. Animarse. Resignar. Perder. Pero jamás dejar de intentarlo. Y mucho menos en un Argentino A que pide audaces y derrota a los tibios.

Sus números. Guillermo Cosaro lleva cuatro goles en la actual temporada. Marcó tres de jugada y uno de cabeza. Llegó a la T en 2006.