Tres al hilo. Talleres consiguió su tercer triunfo seguido con hat trick de Claudio Riaño. Lo sufrió Estudiantes.

El tiempo no para en Talleres. Recorre en su sendero la sinuosidad de sus días bajo el oscuro cielo del Argentino A. Allí donde residen las asperezas que demandan un esfuerzo doble. Porque estar parado en esta situación admite la frase del entrenador: “Son momentos complicados para ponerse la camiseta de Talleres”. Y como dice la canción de la Bersuit Vergarabat, El tiempo no para, “parado en la dirección contraria...”, Talleres pelea contra esos fantasmas que lo abruman y atosigan y que lo obligan a caminar contra la corriente. La noche de anoche devolvió más dudas y más certezas. Las incógnitas que dejó la defensa con una línea de tres en duda constante. Eso le valió el revés en el marcador, con un Nicolás Gatto que después de su 1-0 no tuvo el temple para ser Don Gatto y ampliar una cifra en el marcador y personal que hasta le podría haber tendido una mano a la historia.

Porque la lluvia a veces sí inspira, Talleres no se dejó anestesiar por el tanto en contra y comenzó a buscar en su olla las raspás que le acercaran un último bocado de ideas. Para digerirlas fue Agustín Díaz el que empezó a aparecer y con el copyright del gol en su autoría intelectual, fue Claudio Riaño el que triplicó su marca para darlo vuelta. Dos goles en el primer tiempo y el tercero de su cosecha en los primeros minutos del complemento fueron las últimas gotas que rebalsaron el vaso desbordante de un momento único. ¿Qué hace ese chico cuando se mira al espejo? Se pellizca, una y otra vez. Y no es para menos que su vida ha cambiado en todo sentido. Pero el pibe, al que lo quieren meter en la caja fuerte de barrio Jardín, ha logrado cotizar no sólo su pase, su ficha (el Fondo le comprará el 50 por ciento) sino que ha logrado consolidar su vida de titular en esta temporada. Si entró como un tapado, viniendo de un Racing que se había quedado sin nafta mucho tiempo atrás, ahora está en esta vereda donde, con sus caballos de fuerza, empujó al equipo otra vez a las mieles de sus tres puntos. “Ganar”, el verbo que conjuga Arzubialde, redunda en la campaña de nueve victorias, dos empates y tan solo tres derrotas.

Mojado. La lluvia empujó otra vez, con el vendaval Riaño, ese chico que vive en un libro de cuentos de héroes, para que la racha se amontonara en su propia tormenta. Una tormenta de racha para un Talleres que agiganta su paso hacia el final del año, con tres triunfazos al hilo más un empate luego de aquella caída en San Luis con Juventud Unida por la 10ª fecha.

Cuando caía el telón de la noche ya no caían gotas del cielo. Sólo cayeron los goles de Cosaro y Martinelli para un 5-1 abuso.

La T se había llovido en su propio aguacero y los grones miraban hacia el cielo abriendo los brazos húmedos, agradeciendo este cacho de esperanza que no para de crecer. Si al fin y al cabo en Bº Jardín el tiempo no para, no puede ni debe detenerse. El recorrido los lleva hacia un final de ensueño por más que falte un montonazo más por jugar. Pero esa es la esperanza de los pobres que consumen en las migajas de la malaria, al menos un bocado para sonreír y pensar que las cosas sí que pueden cambiar y mucho.

Se va encontrando el sustento en los resultados, en la racha insoslayable de tres al hilo, de cara a la parte más complicada. Y es así, otra vez, repitiendo en voz baja: “Pero si pensás que estoy derrotado quiero que sepas que me la sigo jugando, porque el tiempo no para”. No, no para más.

¡Paren a riaño! El delantero de la T estuvo intratable otra vez. Hizo tres tantos y ya lleva ocho.