El arquero le dio el triunfo a Talleres en los penales. El "1" albiazul, que lució indumentaria con los colores de Temperley, su ex club, fue la figura en la definición ante Instituto. Antes, una remontada heroica le había permitido a la "T" igualar 2 a 2.

En los penales ganó Talleres, y hubo festejo en la popular sur del Estadio Córdoba. La clásica tarde futbolera –con un 2 a 2 previo ante Instituto, en los 90 minutos, y la obligación de desnivelar– terminó ayer con los hinchas albiazules ovacionando a un tipo vestido con camiseta y pantalón de celeste. ¿El mundo al revés? Casi, casi. Una postal más del siempre sorprendente fútbol cordobés.

Una disposición policial dejó a los parciales de la "T" en la vereda del frente del autotrol, su lugar en el mundo Chateau. Y la gratitud con Temperley, su ex club, o quizá la falta de un asesor de vestuario, mostró al héroe de la jornada, el arquero Federico Crivelli, enfundado en los colores que también identifican a Belgrano, el más acérrimo rival. Pero nadie deparó en ese detalle luego de que el "1" albiazul desviara el remate de Mariano Torresi, el cuarto de la Gloria, y, ahí nomás, él mismo convirtiera el último penal de la "T".

Esa secuencia, la del final, le puso el broche a una tarde de ánimos cambiantes en las tribunas. En otra ráfaga, la que transcurrió entre los 37 y los 38 minutos del segundo tiempo, Talleres había logrado detener a sus adeptos que ya emprendían la retirada en medio de las cargadas albirrojas. De repente, los "oles" y los "che, no se vayan" de los institutenses le dieron paso al "la Gloria tiene miedo", primero, y a un alocado festejo, después.

Otra mano, la de Alejandro Gagliardi, le dio la chance al perdedor de descontar. "El Bati" Aranda se hizo cargo y no falló, y al toque llegó otro pitazo del mundialista Héctor Baldassi que sellaría la suerte del partido. Mateo Martinelli, de tiro libre, puso la pelota contra el palo más cercano del arco defendido por "el Loco" Carranza, y fue 2 a 2.

No se le escapó, lo sacó. Gustavo Fernández, alias "la Tortuga", había sido un jugador clave para Instituto y el partido. Lejos del inexpresivo extremo derecho que fue ante Racing, el delantero complicó siempre con movilidad e inteligencia. En el 1-0 (a los 22 minutos del primer tiempo) apareció como punta de lanza, en el corazón del área rival, traduciendo en gol un centro preciso de Martín Zapata. Y en el 2-0 (a los 3 minutos del complemento), desbordó por derecha y tiró un centro al segundo palo, al que Jorge Ribolzi le dio continuidad asistiendo al goleador Silvio Romero.

Faltando un cuarto de hora, Talleres sólo era empuje y amor propio, y la ilusión de ver al pibe Claudio Francés se frustraba por la inesperada deserción de Walter Ribonetto. El DT de Instituto, Claudio Vivas, interpretó que era el momento de bajarle la persiana al clásico, y sacó a Fernández.

Después del partido, el discípulo de Marcelo Bielsa admitió que tal vez se haya equivocado con la variante, que le abrió espacios a un adversario que no derrochó ideas pero que nunca bajó los brazos.

"Instituto puso el fútbol; nosotros, sólo el corazón". La frase de Héctor Arzubialde, el DT de Talleres, fue la síntesis más precisa del clásico. Aunque los mástiles por primera vez no estuvieron atrás de la todavía "descubierta", Instituto trató de enarbolar la bandera del buen juego, y de a ratos lo logró; y Talleres izó lo más alto que pudo el trapo de la garra. Fue así. El otro análisis –"en la cancha hubo un sólo equipo", según Vivas– suena menos acertado, y hasta potencia aún más el yerro de su autor.