Los Shaffer, padre e hijo, ex jugador de Talleres y lateral del Benfica, respectivamente, armaron hace cinco meses una escuelita Villa Urquiza.

Navidad en Villa Urquiza. Es uno de esos días en los que vivir no duele, sino que se disfruta.

Grandes y chicos caminan hacia la canchita de la calle Tacuarí arriba. Sobre todo pibes. Muchos de ellos van enfundados en una camiseta rara. Es la roja del Benfica de Portugal, la original del puntero de la liga.

Con el valor agregado de que varias de ellas llevan los nombres y autógrafos de los monstruos Javier Saviola, el riocuartense Pablo Aimar, Ángel Di María, “Maxi” Pereira, “Tacuara” Cardozo y del crédito local José Alberto Shaffer, aquel que de chiquito se fue a Racing Club.

El mismo que los espera en la mitad del potrero, junto a su papá José Antonio Shaffer, el lateral que jugara en Juniors y Talleres, hoy entrenador de la división local. El calor y la humedad que mata, el ripio y los temas de Jiménez (“la Mona”, claro) que escapan de un parlante vecino, completan la particular escenografía navideña.

Ahí “nace y vive” la escuela de fútbol Villa Urquiza. Se trata del emprendimiento que armaron los Shaffer con la colaboración de la Agencia Córdoba Deportes (que provee camisetas, pelotas) para prevenir o sacar de la mala vida a pibes de cuatro a 17 años que viven en un sector complicado de la ciudad.

"Ojo, acá hay gente muy buena, que vive presa de esas cosas. Hace seis meses, arrancamos con 12 chicos. Ahora somos 100. Entrenamos tres veces por semana, en un lugar muy humilde. Al frente, en el comedor La Casita del Sol, les damos la merienda una o dos veces, para que al menos se vayan con algo en la panza. La idea es sacar a los pibes de las calle, hay cosas buenas en el deporte. El fútbol salva", dice Shaffer padre, quien está acompañado por los profesores Daniel y Walter. Todos por amor al arte de ayudar a los pibes.

–¿Cómo surgió esto?
–Viví en varios años en Villa Urquiza, mi hijo fue a la escuela y vi cosas feas. Uno no quiere ver a los chicos que pasen por eso. El tema es la conducta. Fue bravo cuando arrancamos. Era difícil juntar a los pibes y a los padres para tener una charla. Hoy hay 50 de ellos. Antes los chicos se peleaban en las esquinas y en las prácticas, se tiraban con piedras. Se insultaban. Fue bravo. Hoy la conducta es buena.

Un pibe, una sonrisa. "Lulito", "Cachumba" y "Ezequiel" miran con respeto y admiración a los Shaffer. Aún les dura la emoción de haber recibido de ellos esas preciadas camisetas que hoy lucen como "el" trofeo de sus vidas.

La alegría de los pibes es el resultado de la idea del lateral del Benfica. Como la Agencia había facilitado el Chateau –los chicos no conocían el estadio– para cerrar el año de la Escuela Villa Urquiza con unos “picaditos”, Shaffer (h) le propuso a su padre que ese mismo día se entregaran 80 juegos (camiseta y pantalón) del club portugués.

"Mis compañeros Aimar, Di María, Pereira y Saviola me regalaron sus remeras autografiadas. Y también me decidí a comprar los juegos. Tenía miedo de que en los Aeropuertos me sustrajeran alguna. Lo importante era sacarles una sonrisa a los chicos y lo logramos. Eso no tiene precio. No se lo van a olvidar, como yo no me olvidé que muchos de sus familiares, alguna vez me dieron una taza de leche, cuando era pibe y no había nada. Con tan poco se puede ayudar", comentó Shaffer (h).

¿Lo malo? Hubo que hacer un sorteo porque no alcanzaba para todos. "Eran 80 y los pibes eran 100. Había remeras, guantes, botines y no alcanzó para todos. Por eso tuvimos que sortear. Hubo chicos que no ligaron nada. Se tuvieron que conformar con una sonrisa. Pero nos las arreglamos para tratar de conseguir otras prendas alternativas. Como pasó con los chicos que venían descalzos a entrenar. Ahora tienen sus zapatillas o botines. En marzo, reanudamos", señaló el ex jugador de Talleres.

Premios y castigos. "Acá premia por categoría al mejor compañero, mejor asistente a prácticas y en las más pequeñas, al dormilón. Lo eligen ellos. Si alguien se porta mal, no lo echamos. Simplemente le quitamos lo que más quiere. Uno de siete años empezó a fumar y lo castigamos con la quita de su camiseta. Al otro día volvió mancito. Necesitamos de los padres. Confrontamos varias veces con ellos, porque necesito su compromiso", cuentan los Shaffer.

Las madres sienten que sus chicos están contenidos. "Mi hijo no pudo ganar remera en el sorteo, pero lo que hacen los Shaffer es increíble", dijeron Viviana, Alicia y Patricia.

Mientras tanto, los Shaffer sueñan: "Quisiéramos poder darles tres meriendas y el almuerzo o la cena. Y conseguir una máquina para sacar la tierra. Para que el predio sea más grande".