Parede fue la figura en el triunfo sobre Colón con el que el Albiazul cerró la Superliga. Dayro tuvo un ingreso fulgurante. Con los dos en cancha, la “T” se puede ilusionar.

Talleres cerró anoche, con su triunfo contra Colón 2 a 0 en el Kempes, una Superliga muy irregular, en la que consiguió 10 triunfos, nueve derrotas y cuatro empates con una buena producción como local, condición en la que consiguió casi el 67 por ciento de los puntos que disputó (ganó siete partidos, empató tres y perdió dos).

Logró imponer condiciones en un partido en el que el Sabalero llegó para buscar un empate salvador por tener el agua al cuello por el descenso. Recién pudo abrir el marcador a los 26 minutos del segundo tiempo, cuando Nahuel Tenaglia concretó en el área lo que antes no habían podido sus extremos ni delanteros. Y lo selló seis minutos después, cuando el mejor jugador de la “T” ayer, Guilherme Parede, plasmó en la red lo que merecía desde el arranque del partido. Por viveza, inteligencia, movilidad, desequilibrio en velocidad, capacidad para asistir y para llegar a zona de gol con frecuencia.

El brasileño anoche marcó su tercer gol en los seis encuentros que lleva en el Matador y se recibió de jugador importante, clave. Como sucedió con Dayro Moreno cuando llegó a la “T” y se afianzó como titular, hasta que, por distintos motivos, Alexander Medina comenzó a mandarlo al banco.

Fue un triunfo costoso, que demoró en plasmarse. Y que comenzó a escribirse cuando Medina decidió, a los 8m del ST, que era el momento para que ingresara el Parcero. Entre la noche inspirada de Guilherme y la irrupción fulgurante de Dayro desde el banco, Talleres logró ganar y despedirse del torneo con tres puntos muy importantes. Tanto, que quedó en la línea de Arsenal, con 34 puntos, y a sólo uno del lote de 10 equipos que al fin de la Copa Superliga entrarán a un torneo internacional.

Parede tiene la calidad cadenciosa y rítmica característica del jugador brasileño, pero también visión de juego. Lo entiende e invita al resto a que lo entiendan. Juega con la cabeza levantada, termina bien los centros y acierta en dónde ubicarse para ir a buscar la descarga. Y contribuyó para que la posesión de balón improductiva y sin sorpresa del primer tiempo desapareciera para darle lugar a una con capacidad de lastimar.

Quizá con los dos en cancha, Talleres pueda conseguir en el próximo torneo la regularidad que le faltó en este. ¿Habrá nacido una sociedad útil y provechosa, que pueda darle buenos frutos?

Esa irregularidad le impidió compensar esos números favorables en el Kempes con los que sumó afuera: sólo el 30 por ciento de los puntos que dirimió. Además, pasó de ser un equipo goleador y con rendimientos altos a uno al que le comenzaron a convertir fácil, en los arranques de los partidos, y con producciones en declive.

Tuvo mucho de ciclotimia y transitó por grandes momentos –como la seguidilla de cuatro triunfos de la cuarta a la séptima fecha, con una victoria ante River en el Monumental– a otros inesperados, como los cuatro consecutivos que perdió a la vuelta de la esquina, desde la octava a la 11ª.

Después, vinieron cinco triunfos –incluido el de anoche–, tres empates y tres derrotas, con la misma impronta de inestabilidad, que “el Cacique” Medina vinculó también a cierta falta de personalidad en el equipo. “Es una cuestión de mentalidad, de personalidad, de estar los 90 minutos metidos, concentrados y con la cabeza en el partido que se está jugando y no en el partido que viene”, señaló.

Una actuación general inestable, vacilante, con muchas oscilaciones y en la que mucho tuvieron que ver las lesiones, suspensiones y convocatorias de jugadores a la selección, como la de Nahuel Bustos y Facundo Medina. Para el entrenador uruguayo repetir un equipo fue lo más parecido a una utopía.

Lograr esa regularidad que tanto reclama para obtener el pase a puestos de copas internacionales al final de la Copa Superliga será su gran desafío. Seguramente, con Parede y Dayro en cancha, tendrá más posibilidades.