Lo que dejó el partido que el Matador le ganó 1-0 a San Lorenzo en el Kempes el sábado a la noche por la Superliga.

Talleres ante San Lorenzo fue vértigo, mucho vértigo, su expresión más elocuente para mostrar que podía recuperarse, que todavía estaba en pie, que el sorpresivo reinicio de la Superliga lleno de tropiezos lo había tumbado.

Esa fue, parcialmente, su principal virtud. Corrió de principio a fin, cercó de inmediato a cada rival, le quitó espacios para que no pudiera crear y mantuvo un orden, sobre todo defensivo, que repite lo expresado ante Arsenal y que podría ser su gran sustento para pensar en objetivos.

A los albiazules le ocurrió algo parecido a Belgrano. De alguna manera debía reivindicarse ante su público. Y la forma más rápida de lograrlo fue apelando a lo que más a mano tiene un futbolista para ofrecer su intención de cambio. Correr, ofrecer su dignidad a través del sacrificio, apelar a ese recurso-base para mostrar luego las otras virtudes más difíciles de exponer.

Sobre esto último no es difícil subrayar el ingreso del Roberto Pérez, simple y expeditivo, dueño de una pequeña franja de terreno pero dueño de verdad, sin alardes, con rechazos y cruces oportunos. A su lado jugó el renovado Facundo Medina, igual de brioso como cuando se lo vio por primera vez en Córdoba, pero más aplomado en las entregas de balón y bien ubicado para cubrir las espaldas de Enzo Díaz y del mismo Pérez. La dinámica del fútbol en sus distintas variantes puede ofrecer un recambio total en una línea del equipo. Juan Komar y Leonardo Godoy parecían hasta no hace mucho intocables; hoy, a la luz del rendimiento de sus reemplazantes, deberán esperar.

Ese acoso a Los Cuervos se amplió. Talló de nuevo Cubas, aunque algunas veces peque al salir demasiado de su zona de influencia; lo acompañó mejor José Mauri y no renegaron del esfuerzo Guilherme Parede, Franco Fragapane, Nahuel Bustos y Jonathan Menéndez.

La pobre expresión de San Lorenzo, sólo fogoneada a partir de las expulsiones en Talleres y su inevitable necesidad de empatar, se explican en la solidaridad colectiva de su adversario.

Pero al hablar de la prepotencia del sacrificio, como se dijo, su principal virtud, es necesario ponerle a la par la falta de lucidez para resolver a altas revoluciones las jugadas que le hubieran permitido ganar con más comodidad y sin ningún tipo de sobresalto.

Fue bueno el aporte de Fragapane en ese sentido, dándole intensidad a buena parte de los ataques de su equipo, pero ni él ni ninguno de los delanteros, salvo algún intento individual de algunos de ellos, lograron la comunión en toques que les permitiera llegar libres para ejecutar a Sebastián Torrico.

Talleres llegó al gol a través de un bombazo de media distancia de Menéndez. Y así como, "Jhonny", sus compañeros apelaron como nunca a ese recurso muchas veces efectivo, pero a la vez demostrativo que a través del pase gol, de la habilitación decisiva, la ansiada ventaja no podía llegar.

Y en ese punto las miradas se posan en Dayro Moreno, por sus características el hombre más idóneo para economizar esfuerzos y resolver más fácil las situaciones en el arco ajeno. Se ha visto que el colombiano mete un pase que otro no puede hacer, o reacciona más rápido para poner a un compañero de frente al gol.

A Dayro le sobra talento y le falta continuidad física, precisamente la que expusieron sus compañeros en un partido muy complicado, que aprobaron no tanto en el juego aunque sí en el resultado. Ante la ausencia de Menéndez, el colombiano podría tener otra oportunidad. Si se amalgaman el esfuerzo de todos y sus segundos de inspiración, Talleres, el generoso Talleres, podrá elevar un poco más el nivel de su propuesta.