La inquietud crece entre los hinchas matadores. Un equipo que arrancó bien, y para estar arriba, perdió cinco partidos seguidos entre la Superliga y la Copa Argentina y cayó en un bajón...

Talleres arrancó con todo: ganó cinco de los primeros siete partidos de la Superliga. Y luego se pinchó. No se encuentra. Y el pueblo albiazul quiere saber qué le sucede, por qué está así. 

¿Qué le pasó a Talleres que tras un arranque de torneo muy bueno, en el que llegó a estar a un punto del líder de la Superliga, después se cayó?

¿En un indiscutido como Guido Herrera también repercute el bajón?

También. Sin bajar sensiblemente el nivel de rendimiento al que acostumbró a todos, no transmite la misma seguridad. Da la sensación de que pelotas que antes eran de cómoda resolución para él, hoy lo complican y terminan en la red. Lo de Guido es extraño: más allá de un gol puntual o en alguna reacción tardía, no ha sido el principal responsable de los varios que le convirtieron al equipo en las últimas fechas. Eso está más que claro. 

Quizá sonó algo exagerado que haya calificado de "extraordinaria" la gestión de Medina, cuando el equipo quedó eliminado de la Copa Argentina contra Almagro y el objetivo principal de clasificar a una copa internacional no se ha logrado, porque el torneo está en plena disputa y aún no está asegurado.

Pero Fassi se refiere a objetivos institucionales y de sustentabilidad que van más allá de los resultados deportivos, la urgencia que tienen los hinchas y socios albiazules. La gestión de Medina, según Fassi, se inscribe "en un proceso que será evaluado al final de la Superliga". Y, se sabe, la impaciencia de los simpatizantes matadores casi nunca coincide con los tiempos, menos urgidos y más pacientes, que maneja Fassi.

Hay tres razones principales: la caída en los rendimientos de algunos jugadores clave del equipo, las lesiones y la irrupción de errores defensivos generales que el equipo no había mostrado. 

El plantel comenzó a sentir las bajas, por distintas y recurrentes molestias, de Juan Cruz Komar, Enzo Díaz, Tomás Pochettino y Nahuel Tenaglia. Simultáneamente, jugadores como Franco Fragapane, Juan Méndez, Jonathan Menéndez, Nahuel Bustos y Tenaglia fueron decayendo en sus rendimientos. 

Y, finalmente, la imposibilidad de repetir durante varios partidos la defensa ideal que Alexander Medina tenía pensada hizo que el fondo albiazul perdiera firmeza y confianza. A un equipo que se le hacía muy difícil marcarle un gol, en las últimas cuatro fechas le hicieron 10.  

Como consecuencia de este contexto, ¿el equipo también fue perdiendo equilibrio?

Sin dudas. La descompensación entre sus líneas fue evidente. Con un fondo endeble, con un mediocampo en el que sólo Andrés Cubas mantuvo la regularidad, con los altibajos de Méndez para ser su auxilio, con Fragapane a media agua (por momentos no se sabe si es un lateral, un extremo o un delantero) y con Pochettino ausente o a media máquina por sus molestias físicas, el equipo fue perdiendo elaboración de juego y ese pase que rompe líneas en el rival y puede poner a un delantero de cara al gol.

Tuvo que asumir esa responsabilidad, con mucha dignidad a partir de su indudable jerarquía, Dayro Moreno. Pero a los 34 años, el colombiano, que recién contra Lanús se mostró en su plenitud física, no puede ser, al mismo tiempo, enlace y delantero. Ayer, contra Argentinos, se notó. Antes del gol del Bicho, erró dos goles en el área rival, el espacio en el que hiere sin piedad, que pudieron haberle dado el triunfo a la "T". Y si a ello se suma que en casi todos los partidos en los que no estuvo Dayro, "el Cacique" Medina tuvo que ir cambiando la conformación del ataque, la falta de equilibrio del equipo fue manifiesta. 

¿En un indiscutido como Guido Herrera también repercute el bajón?

También. Sin bajar sensiblemente el nivel de rendimiento al que acostumbró a todos, no transmite la misma seguridad. Da la sensación de que pelotas que antes eran de cómoda resolución para él, hoy lo complican y terminan en la red. Lo de Guido es extraño: más allá de un gol puntual o en alguna reacción tardía, no ha sido el principal responsable de los varios que le convirtieron al equipo en las últimas fechas. Eso está más que claro. 

Tanto como que debería ser mago para predecir y conjurar los errores inesperados y por falta de atención de sus defensores. "Horrores", a entender del "Cacique", que afloraron en toda su magnitud en la caída 4-2 contra Lanús. Hay una pregunta que también se impone: ¿se siente bien Guido después de que no fue vendido esta temporada? Sigue entrenando con la misma profesionalidad, responsabilidad y entrega de siempre, pero no se lo ve contento.

¿Cuál es la responsabilidad del entrenador en este presente?

Desde el punto de vista del trabajo de la semana en los entrenamientos, ninguna. Es un obsesivo del trabajo de campo, exigente, se involucra en las prácticas, machaca con sus ideas, repite cuantas veces sea necesario qué se debe corregir y trabaja sobre los errores individuales y colectivos. El plantel le responde y, al menos desde lo que se puede ver, los jugadores no lo cuestionan, más allá de algún reproche que siempre existe y no trasciende.

Tiene un plantel corto, casi sin recambio  y el presidente del club, Andrés Fassi, no le trajo los tres refuerzos que se comprometió a sumarle a su plantel, al margen de Fragapane y de José Mauri, el último jugador que llegó y que aún no debutó. Hay quien le reprocha que sus sesiones de entrenamientos son demasiado intensas y que las reiteradas molestias de los jugadores se deben a ello.

Es una cuestión discutible y que él puede rebatir con mediciones y valencias, porque en Talleres todos los esfuerzos son medidos y se trata de compensar exigencia física con el indispensable descanso que todo jugador de alto rendimiento debe tener. También se le reprocha tardanza para decidir algunos cambios, pero por lo general esa crítica viene tras las derrotas. Cuando la "T" le ganó a River, planificó un partido redondo y todo salió bien, era el entrenador perfecto. Que alguna cuota de responsabilidad tiene, es indudable. Es el conductor del equipo y no puede eludirla.

Pero no parece ser Medina, hoy por hoy, el centro de los cuestionamientos, más allá de que la racha de cinco partidos perdidos lo afecta. Se lo nota convencido de que el equipo respeta su idea de juego y que tiene el compromiso de sus jugadores.

¿El equipo tiene identidad?

Sí la tiene. Quien vio a Talleres a lo largo de la Superliga puede dar fe de ello. Que en este bajón perdió intensidad, es cierto. Pero también lo es que contra Lanús y Argentinos la fue recuperando. Pese a los malos resultados, es un equipo que sigue intentando jugar con intensidad, en bloque y en espacios cortos, con transiciones rápidas y poniendo mucha gente en ataque.

Ese estilo ha sido reconocido por la mayoría de sus rivales y fue el que lo llevó a pelear la punta del torneo. Las carencias y déficits no pasan por una cuestión de identidad futbolística.

¿Le falta un referente en la cancha que haga sentir su personalidad y su impronta de líder?

Es indudable que Talleres tiene un plantel joven, en crecimiento, adolescente en su maduración y que, desde la partida de Pablo Guiñazú, no encontró, en la cancha, un líder como él. Mauricio Caranta y Javier Gandolfi, los otros dos referentes del plantel, no son titulares.

Tienen una influencia indiscutible sobre sus compañeros, pero no tienen continuidad. Ayer, contra el Bicho, "Cobija" lo fue. Su voz de mando, temperamento y oficio se hicieron notar, pero el capitán del equipo es habitualmente Juan Cruz Komar.

Un jugador consolidado en el plantel y con las ideas bien puestas, pero muy joven quizá para asumir esa responsabilidad y  algo "blandito" dentro de la cancha. Y que, por lesiones y suspensiones, ha ido perdiendo continuidad y ha caído en su rendimiento, como el resto del equipo. 

¿Tiene responsabilidad Andrés Fassi en esta realidad?

Sí y la asume. En una entrevista reciente con Mundo D se responsabilizó por no haberle traído a Medina los tres refuerzos más que le pidió e hizo una enfática defensa de su gestión. Y repitió que él es "el máximo responsable" de todo lo bueno y malo que sucede en Talleres.

Quizá sonó algo exagerado que haya calificado de "extraordinaria" la gestión de Medina, cuando el equipo quedó eliminado de la Copa Argentina contra Almagro y el objetivo principal de clasificar a una copa internacional no se ha logrado, porque el torneo está en plena disputa y aún no está asegurado.

Pero Fassi se refiere a objetivos institucionales y de sustentabilidad que van más allá de los resultados deportivos, la urgencia que tienen los hinchas y socios albiazules. La gestión de Medina, según Fassi, se inscribe "en un proceso que será evaluado al final de la Superliga". Y, se sabe, la impaciencia de los simpatizantes matadores casi nunca coincide con los tiempos, menos urgidos y más pacientes, que maneja Fassi.