Uno de los máximos artilleros históricos falleció este martes. La historia de cómo se consiguió su pase.

Llegó a Talleres en 1950 de la mano de una millonaria colecta en la que participaron socios y directivos y no defraudó. Rogelio Cuello respondió a tanta confianza con lo que mejor sabía hacer: goles. Por eso, por ese alud de conquistas con que perforó las redes rivales, “el Negro” hizo historia grande en la “T”, el club donde ocupa el podio de los máximos anotadores de los albiazules.

Sus 122 tantos en 202 partidos oficiales lo ubican en el tercer escalón de la tabla de máximos artilleros tallarines, sólo detrás de los 163 de Miguel “Wanora” Romero y los 140 de Humberto “el Tigre” Bravo.

Integró una de las delanteras más poderosas de la entidad y del fútbol cordobés, la que se alineaba con Orfilio Pinaroli, él, Amable López, Carlos Godoy y Antonio Gambino, un quinteto que aportó nada menos que 401 goles para la causa de los de barrio Jardín.

Su debut fue sencillamente colosal. Llegó a préstamo desde Nueve de Julio y el 16 de abril de 1950 hizo su presentación en partido de la segunda fecha del Preparación ante Universitario. La “T” se despachó esa tarde con un categórico 10-1, con cuatro goles suyos. El director técnico, Ramón Bresolí, lo mantuvo en la titularidad y sobre el final de la temporada conseguir su pase definitivo fue el desvelo de la dirigencia.

Los 70.000 pesos de su pase (unos 4.200 dólares de la época) constituían toda una fortuna para la época. La suma fue solventada con el aporte generoso de los miembros de la comisión directiva y algunos socios notables. Francisco Cabases, hoy con 102 años, fue uno de los que decidieron meter la mano en el bolsillo para lograr el concurso del fantástico goleador.

Ídolo indiscutido, se le perdonó todo, hasta que pasara a Belgrano dos veces (en 1957 y 1961), donde ratificó su estirpe goleadora (marcó 16 tantos en 38 partidos). También pasó por Racing de Nueva Italia (1960) y fue invitado como refuerzo por Platense para hacer una gira por Europa.

El fin de semana pasado, una filial de los albiazules en San Martín (Buenos Aires) le había impuesto su nombre a la flamante agrupación. Fue el último homenaje recibido en vida: este martes, a los 89 años, se marchó para siempre y convertido en leyenda.