El presidente de Talleres piensa en un club a 30 años y con proyectos muy ambiciosos.

A lo grande, jugado, audaz, ambicioso. Varios calificativos por el estilo podrían acompañar el proyecto de la ciudad deportiva que Talleres presentó ante el Concejo Deliberante de esta ciudad para ser tratado hoy. O simplemente podría definirse con una frase que ya ganó el ambiente: “a lo Fassi”.

El anuncio es comprometido: un predio de 250 hectáreas, con 55 de ellas destinadas a lo estrictamente deportivo, de primer nivel internacional, y el resto a loteos para una inédita iniciativa urbanística a lado de la Universidad Católica.

Claro que del dicho al hecho hay largo trecho, y máxime en este país, donde siempre existieron más maquetas que realizaciones concretas. Pero, al menos hasta ahora, el mandamás albiazul y su comisión gozan de crédito abierto para una empresa que, ayer nomás, hubiese sonado a pura sanata.

El autor del famoso “Seremos la envidia de River y de Boca”, se sabe, nunca apostó en chiquito ni mezquinó el cuerpo a la hora de cargarse una mochila repleta de ilusiones que bien puede aplastarlo. Y eso que en la “bienvenida” al club lo recibieron con un cachetazo fuerte, certero, de esos que dan ganas de pegar la media vuelta y huir rápidamente. En diciembre de 2014, con él recién desembarcado, Gimnasia y Esgrima de Mendoza le ganó a la “T” el ascenso a la B Nacional, en un Kempes que ardió de bronca tras confirmarse que el club debía quedarse otra temporada más en el Torneo Federal A.

A cuatro años de aquella dolorosa efeméride, las críticas hacia el presidente albiazul pasan hoy por el cuestionamiento a un indisimulable liderazgo personalista, por alguna declaración poco feliz y por armar “un equipo de transición” previo a jugar la Copa Libertadores, una situación que para muchos colegas suyos sería una bendición.

Fanfarrón para muchos, exitoso para otros, Fassi siempre está. Y ahora sale a la cancha con un proyecto tan faraónico como el que hace 50 años emprendió Alberto J. Armando, osado y obstinado como él, quien apuntó con Boca a levantar una ciudad deportiva a orillas del río que fue orgullo de los porteños y a la cual los avatares económicos y políticos de este país se encargaron de derrumbar tan velozmente como se construyó.

“Para ser grande, primero hay que soñarlo”, solía decir un motivador de grandes logros como Rubén Magnano, director técnico de un equipo de básquetbol que hizo historia: la Generación Dorada. El coach cordobés tenía claro que el primer rival por vencer es uno mismo, una concepción que no todos asumen.

El tiempo coloca a cada cosa en su lugar. Será este quien dirá si Mundo Talleres, el proyecto que pretende apuntalar los próximos 30 años del club, llegó para potenciarlo definitivamente o simplemente para aportar fuegos de artificios a otro año que se va.

El texto original de este artículo fue publicado el 31/12/2018 en nuestra edición impresa.