Una campaña con números destacados, de vuelo alto, no se sostiene por la tarea de una sola persona. Talleres diseñó una pirámide y encontró a los intérpretes correctos para desempeñar un trabajo que ahora provoca admiración, aunque para disfrutar de este presente de ensueño hay que retrotraerse a 2015, el origen de la aventura. El triunfo sobre Sol de América, en Formosa, luce como fecha del primer estallido de alegría del recorrido, el instante de desahogo que terminó con las penurias y el desencanto. De pie, junto a la línea de cal que limita los márgenes de una cancha, la figura de Frank Darío Kudelka empezó a tomar un protagonismo que hoy, 104 partidos después de conducir por primera vez a la T, supera los pronósticos.

"Me considero solo una herramienta más del proyecto, pero no puedo obviar que en nuestro país estamos condicionados por la emotividad social y no solo en el fútbol. Transitamos permanentemente los extremos. Nosotros teníamos la obligación de subir al Nacional B el primer año y la dificultad de conseguir el único ascenso a Primera en el torneo corto que vino después", le comentó el director técnico a LA NACION, meses atrás.

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Del torneo Argentino A a la Primera B Nacional y, sin pausa, el salto a la elite para consolidar a Talleres, que ahora enseña con orgullo -desde el segundo puesto de la tabla de posiciones de la Superliga - su ascenso vertiginoso. Las estadísticas reflejan que el ciclo Kudelka tiene un 65,1% de efectividad y ya superó los 200 puntos, sobre 312 posibles. El pico lo tuvo en la campaña de la B Nacional, con un 77%, en la que el equipo terminó invicto: 14 victorias y siete empates. Una señal que la fórmula que ideó el presidente Andrés Fassi, el promotor de la contratación del DT cordobés y quien no deja de soñar, "es una sociedad armónica y exitosa". Así la definió el propio dirigente, que pretende retener a Kudelka luego del Mundial.

En un mercado de pases en el que Talleres resultó un club vendedor, con las transferencias de Bebelo Reynoso a Boca y de Jonathan Menéndez a Independiente como estandartes, la contratación de Santiago Silva no hizo ruido, aunque el goleador se encarga de romper los moldes. Con 37 años, deja su sello en el 17° club que defiende y, de manera especial, entre los jugadores uruguayos. Con el festejo en el juego con Argentinos, el lunes en el estadio Mario Kempes, llegó a los 200 tantos en el profesionalismo, el N°138 en el futbol argentino. Una cifra que lo impone como el máximo anotador charrúa en el país, superando a un emblema como Enzo Francescoli. El recorrido por la Argentina empezó en Newell's; luego se sucedieron Gimnasia y Esgrima La Plata, Vélez, Banfield, Boca, Lanús y Arsenal. Antes de firmar con Talleres, Silva sostuvo conversaciones con Belgrano. El técnico Pablo Lavallén había solicitado su contratación, después de que Universidad Católica de Chile desistiera de renovar el vínculo, pero el goleador, que en sus inicios en el baby fútbol fue defensor, terminó en la vereda opuesta. "Recién en las juveniles empecé a hacer goles y desde ahí fui delantero para siempre", comentó el Tanque, que heredó de su padre Raúl -nació en Tacuarembó y llegó a jugar en la Reserva de Nacional- la afición por el fútbol. "Me entreno como si tuviera 20, aunque a cierta edad lo que intento es contagiar", dice, de modo risueño, Silva.

La posición de Talleres en la tabla de posiciones, segundo a nueve puntos de Boca, no se trata de una casualidad. Es el resultado de un plan, de un proyecto y del respeto por un conductor como Kudelka.