Si bien no aparecen demasiados registros ni en papeles ni en Internet de la negociación, Enganche reconstruyó la historia en la que el club cordobés estuvo a un pasito de cambiar los libros del fútbol como los conocemos

El Dios Google no es todopoderoso. Aunque se escriban las palabras clave para armar el rompecabezas Maradona-Talleres, es imposible conseguir todos los datos de una historia que parece invisible hasta para el universo Internet.

¿Fue Talleres de Córdoba el primer club en querer comprar el pase de Diego Maradona? ¿Sucedió a fines de 1976 la charla entre Amadeo Nuccetelli, el histórico presidente de Talleres, y el jugador de todos los tiempos? ¿O el interés del club cordobés nació por primera vez en 1978, tres años antes de que Víctor Hugo Morales relatara su primer partido en Argentina, el día en que Maradona debutó en la Bombonera, justamente, contra Talleres: con dos goles suyos, Boca ganó 4 a 1? ¿O será que la vez que decididamente Maradona estuvo a punto de ponerse la camiseta azul y blanca fue en 1980, seis años antes de que el gran relator uruguayo consagrara con una frase lo que todos, sin excepción, reconocerían después del partido del Mundial 86 entre Argentina e Inglaterra: “Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial…”?

En tiempos de futbolistas identificados durante años con un club, lejos de la Europa de puertas abiertas por la ley Bosman (Jean-Marc), sin petrodólares gobernando en el fútbol, sin el mercado chino, un club de barrio podía prolongar los partidos de su figura con la camiseta de siempre. Y si bien en el mar argentino el gran pez era Maradona, antes del interés de River, del precontrato con el Barcelona y de la venta a Boca, hay un kilómetro cero en la posibilidad de que Diego se fuera del equipo de Argentinos Juniors.

“Talleres ya tenía el tema resuelto, con la aprobación de Maradona”, dice Hugo Huergo, un ex dirigente cordobés que negoció directamente con Diego. Casi cuatro décadas después, le detalla a Enganche por teléfono el momento exacto en que Maradona le dijo que sí: “Fui a donde se concentraba la Selección y hablé con Diego en su habitación. Yo estaba sentado en la cama de Passarella y Diego me dijo que si Próspero Cónsoli (el presidente de Argentinos Juniors) ya lo había aprobado, él jugaba para Talleres”. Ese diálogo se produjo en mayo de 1980, dos años después de que Talleres lo intentara comprar en 1978, según el diario Tiempo de Córdoba. Si el aleteo de una mariposa es capaz de cambiar el destino de la humanidad, ¿qué hubiese pasado en el ecosistema de la pelota si se producía una metamorfosis en la biografía del personaje más emblemático del fútbol argentino? Algo así como pensar hoy qué hubiese pasado si Newell’s o River hubieran financiado el tratamiento con hormonas para que Messi creciera unos centímetros. Leo se pinchó sus piernas en Barcelona y Diego jugó un año en Boca, en 1981, antes de pasar al club catalán por 13,7 millones de dólares.

Pero antes, en la prehistoria de la versión europea de Maradona, Talleres, que tenía un equipazo, lo pudo haber tenido todo. Esta crónica pretende aportar las versiones y hasta un documento de archivo inédito que demuestra qué tan cerca estuvo Nuccetelli de completar su propio álbum.

Es el 11 de diciembre de 1976. Hace 52 días que el pibito Maradona –ya no es “Caradona”, como lo rebautizó Clarín el 28 de septiembre de 1971, cuando en sus páginas escribía sobre el pequeño crack que deslumbraba en Los Cebollitas-, le hizo un caño a Juan Domingo Cabrera, futbolista de Talleres. La jugada que no fue televisada jamás hubiese quedado inmortalizada, de no ser por un detalle: fue la primera pelota que tocó en Primera el chico de 15 años y 355 días que se convertiría en el Hombre.

Gladys Capodaqua es la viuda de Nuccetelli, quien falleció en 2007. Con su tonada cordobesa le explica a Enganche qué significaba Maradona para su marido, aunque se excusa de dar precisiones porque el tiempo, dice, le hizo olvidar fechas y diálogos que alguna vez supo de memoria: “Amadeo estaba dispuesto a pagar un millón de dólares por Diego. Fue su espinita. Imaginate cómo quedó con el tiempo, cuando después Maradona se convirtió en un monstruo”.

Talleres era el gigante del Interior que se codeaba con los equipos grandes, con sus talentosos jugadores y con una idea aún más importante: comprar a Maradona. Nunca llegaron a firmar un contrato ni a oficializar la oferta, pero Gladys conserva una foto en la que Nuccetelli está sentado y Diego, de pie. Es en el hotel Crillón de Córdoba, lejos de las tribunas en la que los hinchas de Argentinos Juniors declamaban su postura: “Maradona no se vende, Maradona no se va, Maradona es del barrio, del barrio La Paternal”.

Nuccetelli construyó un Talleres exquisito, una máquina de fútbol a la que solo le faltó la vuelta olímpica a nivel nacional. Y un futbolista: “A todos los jugadores que quise traer, los traje. Menos a Maradona”, se lamentó alguna vez. El 22 de mayo de 2005 La Voz del Interior publicó una nota sobre la vez que Diego pudo ser de Talleres en 1976, donde cita a quien fuera presidente de Talleres entre 1974 y 1987: “Fui el primero que le hizo una oferta a Próspero Cónsoli, el presidente de Argentinos Juniors, por el pase de Maradona. El debut de Maradona fue justo con Talleres (…) Lo vi jugar ese día y me enloqueció, me impactó, por eso quise traerlo”. Sobre la supuesta oferta de 1,3 millones de dólares del club cordobés, dijo: “(Los dirigentes de Argentinos Juniors) no contraofertaron. Sólo dijeron que no aceptaban ese precio. Entiendo que fue un buen ofrecimiento. Al poco tiempo Boca se metió en el medio y eso, en cierto modo, me achicó”.

Es enero de 1979. Talleres acaba de perder la semifinal del Nacional de 1978 contra Independiente, un verdugo repetido: en el Nacional anterior el equipo de Avellaneda le había ganado una final insólita: después de estar 1-2 en Córdoba, con ocho jugadores consiguió el empate que le dio el título al club y la llave de la AFA a Julio Grondona, como cuenta Claudio Gómez en su libro El Partido Rojo (editorial Planeta, 2017). Los dirigentes cordobeses ya no saben qué hacer para que Talleres salga campeón. En la mesa está César Menotti, que aunque dejó a Diego afuera del Mundial 78 sugiere que sus amigos dirigentes compren al 10.

La historia está contada en la revista Goles de la semana posterior a la semifinal del 78 con el título “¿Compran a Maradona?”. En ese recuadro perdido que habita en las hemerotecas, se detalla: “Año nuevo, Talleres nuevo. Quizá, y a pesar del abatimiento por la caída ante Independiente, el Talleres de mañana haya empezado a gestarse esa misma noche del miércoles en Córdoba. (…) Casi obligadamente los comensales de esa noche (…) advirtieron que un jugador con las características de Diego Maradona no sólo sería un lujo para el equipo, sino que también sería una inversión: ¿quién sería capaz de no verlo a Maradona en Talleres?”.

Es el 7 de mayo de 1980. Huergo negocia el pase de Maradona, pero no es el único. Hay otros dirigentes cordobeses que viajan a Buenos Aires para cerrar la Operación. Internet no atesora lo que sí aparece publicado el 6 de mayo en el diario Tiempo de Córdoba. El hallazgo periodístico es de Gabriel Incardona, investigador de la historia de Talleres. La joya encontrada es tan reciente que el autor del libro del Centenario de la T ni siquiera llegó a publicarla. Pero ahora, ante la consulta de Enganche, entrega un papiro para esta historia: “Talleres quiere a Maradona”, titula el único diario que registró el episodio. El contenido no tiene desperdicios: “Como se sabe, el número diez de la selección nacional, considerado unánimemente como el mejor jugador del mundo, firmó hace pocos días un contrato proforma con el Club Barcelona de España. (…) Tiempo de Córdoba logró dialogar con varios dirigentes que se reunieron anoche en el hotel de la primera cuadra de calle Rivadavia y pudo establecer el siguiente cuadro de situación. Talleres inició un estudio y/o análisis de factibilidad con miras a la adquisición de Diego Armando Maradona. Para ello encabezaría una lista donde confluyan lo capitales y aportes destinados a tal fin. También anoche, Radio Rivadavia de la Capital Federal estableció un dúplex poniendo en línea al vicepresidente de Argentinos Juniors, señor Segura, y al dirigente tallerista Oscar Gezzi. Y fue así que telefónicamente quedó realizado el primer contacto a nivel oficial. (…) Lo cierto es que Talleres vuelve a la carga sobre una transferencia que ya supiera intentar hace dos años (único pedido serio efectuado en su momento a Argentinos Juniors por Maradona, reconocido por los dirigentes porteños)”.

Huergo insiste en que ya estaba todo planificado: “La idea era lanzar un bono entre mil allegados o hinchas de Talleres para que pusieran la plata”. El dato lo confirma Hugo Bertinetti. Según este amigo íntimo de Nuccetelli y colaborador de Talleres entre 1975 y 1981, la génesis del proyecto más alucinante de un equipo cordobés tuvo epicentro en el hotel Crillón, donde la comisión directiva de Talleres escuchó el discurso del presidente del club. “Menotti le dijo a Amadeo que lo comprara a Maradona”, señala. El entonces entrenador de la Selección argentina tenía un objetivo: que sus jugadores no se fueran al exterior, para poder entrenar con ellos cuando quisiera. Atento a hurgar en el recuerdo sin caer en la trampa de las bifurcaciones del tiempo, Bertinetti refuerza el dato del bono (“como se hizo para adquirir a Daniel Valencia y a Antonio Alderete”) y agrega una pista: “El Banco Rural estaba dispuesto a darle descubierto a Talleres para comprar a Maradona”. También dice que Nuccetelli habló “varias veces con Próspero Cónsoli”.

Aunque se reunió con el presidente de Argentinos Juniors en el hotel Plaza de Buenos Aires, Huergo parece confundido con las fechas, pero dice recordar con nitidez la vez que fue a la concentración de la Selección, antes de que el equipo de Menotti emprendiera una gira por Europa: “A Maradona no le caía mal la idea de jugar en Talleres. Me dijo ‘bueno, puede ser, ¿pero cuánto?’. Le dije el monto y estaba de acuerdo. Salí con todo listo, tenía cerrada la operación. No me hacía falta el avión para ir a Córdoba. De la alegría podría haber ido corriendo. Pero al final se pudrió todo. La economía del país era un desastre”.

Omar Vercellini fue empleado de Talleres desde 1977 y ahora es allegado al actual presidente, Andrés Fassi, dice que en aquella época Talleres tenía cuatro número diez. “Pero Amadeo quería sí o sí a Maradona”, subraya vía telefónica. Lo mismo repasa el vicepresidente de ese momento, Rogelio Egea. Sin embargo, en Argentinos Juniors, el club donde nació la Leyenda, no hay huellas de este caso. “En ningún momento se acercó nadie de Talleres a pedir por Diego”, dice sin titubear Miguel Ángel Marotti, que desde 1962 se desempeñó como secretario de prensa y relaciones públicas en el club de La Paternal. Aún colaborador, concede: “Pudo haber sido de sottovoce, pero oficialmente no hubo nada”. Tampoco recuerda los intentos de Talleres, Rodolfo Fernández, considerado el hincha más fanático de Argentinos Juniors por una encuesta que hizo una publicación partidaria. Fernández dice que conoció a Maradona desde que llegó a los Cebollitas, y a pesar de saber “su obra completa con la camiseta del Bicho”, no registra en su memoria el interés de Talleres.

 

Epílogo. “Vale 10 palos verdes, se llama Maradona…”. El hit que se escucha los domingos en las canchas argentinas no lo canta la hinchada de Talleres. Son los de Boca, que disfrutan todavía de Maradona, que a principios de 1982 será jugador de Barcelona. Y después rey de Nápoles. Y será la mano de Dios, el genio del fútbol mundial, el tobillo hinchado que asiste a Caniggia (Claudio), el hombre al que le cortaron las piernas. Y volverá a Boca. O Nuccetelli logrará por fin convencer a Maradona de que juegue para Talleres y entonces quién sabe qué pasará con ese hermoso y cautivante aleteo de mariposa.