Burgos, Olivera, Ramis, Strahman, Barrionuevo, Reynoso, Chaves, Araujo, Bay, Roselli y Velázquez estuvieron en el 27-O y en el 5-J.

“Dale, campeón, dale, campeón”. El canto envolvió a todos. En la cancha de All Boys y en el vestuario, cuando se subieron al ómnibus y, luego, al avión; al llegar al Aeropuerto, en la caravana y en el Kempes; el domingo, el lunes, el martes... El grito dominó al Mundo Talleres, en todas sus formas.

Explotaron las historias de Pablo Guiñazú y su golazo en el cierre por su condición de jugador- hincha a cargo de determinar el ascenso a Primera tras 12 años;

la seguridad de Guido Herrera (llegó a 701 minutos su invicto, registro top en la historia del club); la del gigante Carlos Quintana, quien “tironeado” y todo, empujó al equipo hacia adelante; la de los goles y asistencias de Nazareno Solis (7 y 7) y así. Todos relatos valiosos e imperdibles. Sonaba lindo el “dale, campeón” en sus bocas por el hecho de que se trataba de la primera vez en el Mundo Talleres.

Pero ese canto ya era algo familiar para varios de sus compañeros. Sí, en esas rondas interminables había 11 jugadores que habían participado del ascenso del 27 de octubre de 2015 a la Primera B Nacional y en menos de ocho meses acababan de dar la segunda vuelta olímpica. Inédita, histórica y reparadora. Ahí estaban Rodrigo Burgos, Wilfredo Olivera, Victorio Ramis, Eial Strahman, Ezequiel Barrionuevo, Emanuel Reynoso, Ivo Chaves, Aldo Araujo (se había desgarrado en su vuelta tras la lesión en el hombro), Jonathan Bay, Nahuel Roselli y Javier Velázquez.

Justo 11, un equipo completo en el que “Pipe” Ramis puede calzarse los guantes como lo hace en los picados habituales, y del que solamente queda excluido Gonzalo Klusener (las vueltas que dio no fueron consecutivas: tiene la de ahora y la de 2013).

Ese mismo “11” fue analizado por la dupla que integran el técnico Frank Kudelka y el presidente Andrés Fassi, quienes determinaron que siguieran integrando el plantel en esta temporada. Y todos respondieron a la confianza, desde el lugar que el entrenador y sus propias condiciones les asignaron.

La seguridad de Burgos

El más seguro de todos, en honor a la verdad, fue el paraguayo Rodrigo Burgos. Desde que llegó a Talleres y ante cada requisitoria decía que no descansaría “hasta ver a Talleres en el lugar que se merece”. El final de cada nota era levantando la mano derecha y mostrando dos dedos. La seña de la victoria fue premonitoria: fueron dos ascensos consecutivos y Burgos fue “el León” y el jugador que se hizo canción para la gente, además de motivar tatuajes y sustituir a Mitre en el billete de $ 2.

Olivera se lesionó cuando estaba en el pico de su nivel, siendo el mejor de los defensores de la categoría.

“Volveré a San Expedito para agradecer por otro ascenso y, luego, cuando vuelva a jugar”, dijo.

Luego se sitúa Ezequiel Barrionuevo (volvió a jugar sobre el final de la temporada y fue clave como en el Federal A) a la cabeza de los jugadores de la casa y que sigue con Victorio Ramis (gol del primer ascenso), Eial Strahman (goleador del ascenso a la B y uno de los máximos artilleros ahora), Emanuel Reynoso (recuperado por la gestión Fassi siendo casi un ex jugador hasta meter pase gol a “Kluse” en el 1-1 con All Boys).

Aldo Araujo (gravitante en el Federal A; un partido en la B), Jonathan Bay (fue relevo de Arias), Nahuel Roselli (recambio) y Javier Velázquez (aportó 5 goles en ambos torneos). Fueron los señores del doble ascenso.