Historia de un hincha. Víctor Monasterio tiene 62 años y se armó el "Fitito Matador". Nació en Bolivia, se radicó hace 40 años en Córdoba y se hizo fanático de Talleres. Recorrió el país con el equipo de los '70 y se ilusiona con el ascenso a primera.

El bruuummm pegó la curva en calle Olimpia y llegó al portón cerrado de la Boutique de barrio Jardín, mientras unos chicos juegan en las canchitas del sintético en el estadio albiazul.

Y aunque se quedó con las ganas de poner el auto con la fachada del estadio por detrás, Víctor respira el vapor azul y blanco en las inmediaciones.

Se bajó del coche como si fuera el maestro Oreste Berta, probando un bólido de esos que siempre ven bandera a cuadros. Y está parado, de brazos cruzados.

Mientras tanto, "el clic" de las fotos lo van rodeando a los costados de la bola blanca con azul, llena de leyendas y calcomanías. Hay escudos por todos lados estampados en la carrocería. Y luce, además, un llamtivo escudito de Talleres, pero “alternativo” de color naranja con bastones negros, en consonancia con una onda un tanto psicodélica y con la leyenda superior y sin tanto minimalismo: “Ascenso 2016”.

Víctor Monasterio, de 62 años, es un boliviano de Santa Cruz de la Sierra que es hincha fanático, casi en estado de demencia, del Club Atlético Talleres.

La Boutique detrás, Víctor orgulloso con el Fitito Matador. (Javier Ferreyra)

Dirá luego, en diálogo con Día a Día, que el destino obró para que recalara por estas pampas allá por 1973, cuando los mejores bocados del guiso más jugoso de la historia del fútbol de Córdoba se comenzaban a cocinar en una olla que repartiría los más exquisitos platos a lo largo de los próximos años.

Víctor, el del Fitito, llegó a nuestra ciudad con la ilusión de un destino profesional. “Vine a estudiar medicina, bancado por mi hermano Percy, que murió hace unos años de una enfermedad terminal y que me inculcó, además, el meterme en la vida de los clubes”, recuerda con nostalgia y con el antebrazo sobre el techo del Fiat 600, modelo 1963, estilo Matador.

Ya las fotos son lo más naturales, pero no sale de la pesadumbre por la partida del ser querido. “Yo ya estoy en Córdoba hace décadas, pero mi hermano fue dirigente de Oriente Petrolero y se metió en el fútbol, en la dirigencia, gracias a Amadeo Nuccetelli. Resulta que yo estaba de novio con la hija de Miguel Perrone, dirigente muy cercano a Amadeo. Nos encontramos en Rosario, en el Parque Independencia, en el ’77. Yo recorrí el país y llevábamos un montón de hinchas en colectivos”, dice aún más retrospectivo y no deja de recordar con cierto agradecimiento: “Amadeo lo influyó para llevar ideas a Bolivia y se sumó al trabajo en el fútbol, los jugadores, la comisión directiva y siguió después del Mundial del '78 con Oriente Petrolero”.

La historia del Fiat 600. La gente pasa caminando y tuerce el cuello hacia el Fitito. Está erguido sobre sus cuatro gomas, como sacando trompa esperando el sueño de todos, el ascenso a primera.

“Hace 15 años que lo compré, tenía un color verde manzana y no dudé en pintarlo de blanco con una sola raya azul. No me despertaba más entusiasmo dos años atrás por la campaña, sufriendo en el Argentino A".

"Pero de a poco lo fui armando. Ya un poco más tranquilo con esta comisión directiva que es más seria, le comencé a contarle a mis amigos de acá de Villa Revol que fueron haciendo sus aportes de ideas”, agrega.

Lo viste con un trazo azul, le pone una y otra calcomanía. Las palabras que la medicina le dejó grabadas en algún reservorio del cerebelo se multiplican en el Fitito. “Sumate al cromosoma T”, dice la más llamativa.

Pero la medicina quedó en el camino y Víctor trabaja en el área administrativa de una empresa de transporte. Pero también está en contacto con sus otros hermanos que viven en Bolivia, que tienen sus empresas. No ha cortado el cordón, pero siente que Talleres lo envolvió con su placenta para poder desarrollarse en esta ciudad.

"Yo simplemente me metí en el mundo del fútbol en Talleres, trabajando en el club por afuera. Y soy muy feliz siendo hincha de Talleres”, reafirma.

“Yo, siendo boliviano le estoy agradecido a Talleres que gracias al club y a mi fanatismo logré involucrarme socialmente en Córdoba, soy muy hincha del club".

Sinfonía de un sentimiento. Víctor prepara el autito. Lo limpia bien. Lo tiene “joya”. Así se mueve cada vez que Talleres juega. Y sale en el auto. La idea de contagio, de que las células azules y blancas se mezclen rápidamente. La de generar un estado de predisposición en los hinchas.

“Yo tengo otro auto más moderno y nuevo, pero cuando juega Talleres me voy a trabajar en el Fitito. Ando por la ciudad el día del partido".

"Lo estaciono a propósito en algún lugar y la gente se acerca, se contagia, se pone las pilas y se entusiasma antes de ir a la cancha. Y yo me voy al Kempes en la bolita, a los bocinazos, a alentar a Talleres”, dice con más gracia aún.

Está orgulloso de la máquina. Y se acuerda del célebre Paco: “Cuando Paco Cabasés (emblema del hincha de la T) cumplió el año pasado los 99 años lo fui a buscar a la casa y lo llevé a la Boutique de barrio Jardín para que le hiciéramos el festejo con otros hinchas. Una celebridad se sentó en el auto, ja”.

Víctor incluso se jacta de que jugó bien al fútbol, que lo hizo en el equipo de la Universidad y que una vez hicieron un amistoso en la cancha de Talleres. Y que se mezcló con Valencia, Ludueña, Bravo… “Pedí el cambio a los diez minutos. Jaja, no me pasaban una sola pelota, pero eran unos fenómenos”, insiste.

La presidencia de Fassi, la ilusión de todos

Víctor está enloquecido con este momento de Talleres. “Vamos a ascender faltando tres fechas. Pero vamos a volver como sea si no es así. Estamos en un gran momento, el club está muy bien”, explica y asegura que la llegada de Andrés Fassi le devolvió todo aquello que sintió cuando el club brilló en los 70:

“Estoy ilusionado con Talleres, con esta gestión de Fassi. Hoy se ve seriedad, responsabilidad, un proyecto largo y creo que puede hacer historia, capaz que más que Amadeo”.

Víctor tiene cuatro hijos: Wilson de 44, Cristian de 27, Franco de 24 y Víctor de 21. Y su señora es sanjuanina. Tiene aún un cierto apego a sus orígenes y dice que será una gran disyuntiva si algún día decide volverse a Santa Cruz de la Sierra. No sabe cómo será ese día si decide volverse a su tierra, cómo será desprenderse de Talleres: “Pero mejor déjame con este momento, no quiero ni pensar en lo otro. Con este fitito te aseguro que acelero hasta primera división”.

Víctor saluda, se sube, le da una vuelta a la llave, tose el caño de escape, acelera de a poquito, saca el brazo y mete un “ti-ti” cortito. Víctor se va en su fitito 600 rumbo al ascenso. Mientras, la frase “Matador, sólo para entendidos”, se va achicando a la distancia.