En el triunfo de la T ante Unión de Aconquija 1-0, el hincha volvió a demostrar que es capaz de llenar el estadio mundialista.

Talleres es todas las letras de cualquier tango a la vez. Es la canción nostálgica. La melancólica. La emocional. Talleres es una melodía que se encadena, pero que no se desencadena nunca.

Talleres es garganta con arena. Talleres es eso de que primero hay que saber sufrir.

Talleres es una música triste en la penumbra y una emotiva pieza en cualquier renacer. Porque a Talleres lo han estirado como un fuelle del más viejo bandoneón. Que lo tensaron como las cuerdas del contrabajo. Y, con trabajo y esfuerzo, hizo que la vida fuera más dulce aún en el momento cruel.

La música de su gente es una letra en cadencia constante, métricamente inalterable. Qué T van a hablar de amor a vos que ayer llenaste el Kempes. Como la otra vez, un par de años atrás.

Qué T van a hablar de amor a vos que te comiste el peor garrón de una caída impensada. Por eso, ayer, cuando el árbitro pitó el final del 1-0 sobre Unión de Aconquija, el triunfo que te dejó a un punto de la vuelta a la B Nacional, te bajaron todas las letras juntas. Es hora entonces de Volver. Pero sin frentes marchitas. Demasiado se han marchitado esos corazones bajo la luna de barrio Jardín.

Ya es hora de prepararse de una buena vez para que la alegría (aunque sea de segunda categoría aún) desahogue todos los cambalaches que te hundieron el dedo en el alma.

Queréme así, piantao, piantao, piantao… / Abrite a los amores que vamos a intentar / la mágica locura total de revivir… ¡Vení, volá, vení!

Esta es la balada para los locos que ocultaron el Kempes debajo del azul y el blanco. Es la sensación de que ahora sí, al menos se puede pensar en un futuro un cacho mejor. Claro, sí, todos lo saben: falta un pasito más y no es cuestión tampoco de hacerse tanto la cabeza. ¿Pero quién les quita la ilusión? El Kempes se vistió también de familias. Hijos de todas las edades, madres de todas las generaciones de la centenaria historia estuvieron allí, recibiendo el beso en la frente. Escuchando el sonido de los violines de Francia. “Sancho Francia”, como le dice Matías Barzola en los relatos por la radio. El Gordo que acaricia el balón como a aquel vientre antes de la llegada de su primer hijo. O el estruendoso sonido de los tambores de Aldo Araujo. Un batallador compulsivo, rítmico, con sonido propio. Talleres se armó de la paciencia que habían que tener. Como las mismas intros de los tangos, que van lentamente creciendo en la partitura.

Ramis, Victorio, el negrito de todos los barrios de las afueras de la ciudad, aquel que de chico cruzaba en invierno con los pies descalzos el vado para el viejo predio, antes de la gran transformación, ese mismo negrito fue el que llevó los vientos. El instrumento que empujó la pelota para el gol de Beraldi. Víctor, con los brazos abiertos como el maestro de la orquesta en ese momento, le robó por un instante la batuta al paraguayo Burgos. Ése sí hay momentos que en los partidos es Gardel y Le Pera a la vez. O Piazzola y Ferrer componiendo con sus trancos.

Los bares transpiraron sus botellas en la noche de anoche. El humo del cigarro se perdió entre los espejos. El viejito Paquito Cabasés, que no piensa arrugarse más hasta que Talleres vuelva, se apoyó en el bastón. Miró a la nada como un borracho de opaco bar y soltó... soltó las últimas gotas que bajaron goteando sueños.

Como cada uno de los hinchas. Ahí salió el DT Kudelka disparado hacia el vestuario. Y como dice el tango: “Yo adivino el parpadeo”. Pero no quiere cantarla aún, porque queda un paredón más al después. Frank se llevó consigo, por un partido más, la mochila pesada que le quiere encorvar la espalda.

Cada cual tiene sus penas / Y nosotros las tenemos / Esta noche beberemos / Porque ya no volveremos / A vernos mas.

Y sí, cada cual tiene sus penas, ¿o no Talleres? Ya no hay nadie que no aguante más, que se termine esta época.

Los hinchas ya hicieron todo lo que tenían que hacer. No pararon en todo el torneo de bancar en las malas y en las buenas como la de ayer, aunque quede ese medio peldaño. Otra vez llenaron el Kempes, con todas las edades a cuestas, con todas las miserias adentro y también con toda la esperanza de volver, como el tango.

A vos que sos hincha de Talleres, es verdad, qué T van a hablar de amor...