Talleres en lo numérico vive una primavera. Puntero cómodo de su zona incluso con un partido menos que el resto, invicto, aventajando al inmediato perseguidor con cinco puntos de diferencias, sin embargo, el ambiente que se respira al menos desde el vestuario es de pura intolerancia y al borde permanente de ebullición. ¿Por qué razón? Debería tener otro clima. Tampoco una fiesta, porque aún no se logró el ascenso, sin embargo parece que es tan imperiosa la necesidad por parte del DT Frank Kudelka de lograr el objetivo, que se permite todo tipo de acciones temperamentales para sustentar ese desafío, pero en el lugar y con el rival equivocado: la prensa.

Moneda corriente son la discusiones por el rendimiento del equipo, donde el entrenador no siempre muestra autocrítica, aunque si lo defiende con sus argumentos, es respetable y valorable. Pero es innecesario que le haya bajado el micrófono a un periodista mientras ejercía libremente su trabajo, entrevistando a un jugador. No muy acostumbrado a pedir permiso, no fue respetuoso para solicitar el cese de la nota, sino que actuó de manera reprochable.

En México, los cronistas enviados especiales fueron testigos de algunas de sus actitudes, como que el plantel no comparta comedor con ellos, y dejarlos plantados. Ni hablar del trato contra algunos empleados de Agec, donde Talleres entrenó durante la pretemporada. Ni que los concentrados hablen el día previo al partido. Y eso que el equipo marcha puntero. ¿Se imaginan como actuaría Kudelka si Talleres marchara último, o perdiera la punta de las posiciones? Tanto Kudelka como los periodistas tienen derecho a trabajar con libertad y respeto. Los límites se aplican de otra manera.