Confía en el ascenso. El entrenador albiazul remarca que el grupo que conduce ya se levantó otras veces de golpes duros. Enfatizó que para la revancha será clave el aliento de la gente.

Pintaba para noche albiazul de ensueño la del miércoles: velada con fino vino de uvas mendocinas, bajo la luz de una luna cordillerana. El pibe Victorio Ramis –otra vez– no perdonaba y dejaba atrás el mal trago del penal desperdiciado dos minutos antes por Julio Mozzo, a quien el arquero local Matías Alasia le atajó el disparo desde los 12 pasos, todo en la etapa inicial.

Talleres daba batalla en los primeros 90 minutos de las finales ante Gimnasia y Esgrima de Mendoza, y acariciaba parte del sueño de ponerle fin a una pesadilla que eligieron llamar Torneo Federal A.

Pero la noche se volvió gris y sobre la mesa del Estadio Víctor A. Legrotaglie sirvieron en la copa visitante de la peor cepa. La “T” se diluyó con el correr del partido y ahora, el domingo en el Mario Kempes, deberá ganar por uno o más goles –con la victoria por la mínima, habrá penales– para dejar atrás la derrota 2-1 en Mendoza, y así lograr el anhelado ascenso a la B Nacional.

Ayer, cerca del mediodía, el aeropuerto Ambrosio Taravella fue un desfile de gestos adustos. El plantel albiazul daba muestras inequívocas de haber acusado recibo de la caída.

Sin embargo, Ángel Guillermo Hoyos, el entrenador, se mostró esperanzado con la posibilidad de revertir el marcador el domingo, en la revancha que se jugará a las 18, en el Kempes.

–¿Qué pasó en el segundo tiempo, que el equipo se cayó?
–Tuvimos una merma física muy importante. El primer tiempo hicimos un desgaste grande y veníamos de 72 horas muy intensas contra Mitre, y quizá eso se haya sentido. En el primer tiempo estuvimos metidos, ganamos todos los uno contra uno, las pelotas divididas. En el segundo nos sorprendieron, aceleraron más y encontraron más espacios.

–Se te criticó por el ingreso de Favio Álvarez. ¿Por qué realizaste esa variante?
–La idea era tener un poco más la pelota, no encontrábamos el balón, lo perdíamos muy fácil. Encima, con la merma física, ellos empezaron a tocar la pelota rápido y a tocar corto. Teníamos que tenerla. El cambio de Martínez fue para tener más frescura adelante por la lesión de Ramis.

–¿Cómo está el grupo?
–El grupo está acostumbrado a estas situaciones. Hemos recibido golpes duros ya, como el de Unión, y nos levantamos. Necesitamos de la gente, que hagan un esfuerzo más. Sé que se les pide esfuerzo hace muchos años, pero tienen que ir a alentarnos y tratar de apoyar a los chicos al máximo. A veces, se les cae mucho a chicos jóvenes que le están poniendo el pecho a la situación.

–¿Ahora cómo se le gana a Gimnasia?
–La ilusión está intacta. Esto es Talleres, y Talleres compite siempre para ganar, no para participar. El domingo vamos a jugar para ganarlo, como hemos intentado siempre, aunque a veces no lo hayamos podido conseguir. Este equipo ha demostrado entereza, actitud, y creo que el domingo va a ser un día muy especial, por eso necesitamos de todos para que empujen por este ansiado ascenso.

A revertir la historia. Hoyos remarcó el concepto que había dejado en los últimos minutos del miércoles en Mendoza. “Esto no está perdido ni mucho menos”, dijo en esa ocasión. Y aunque en ese momento admitió que los mendocinos terminaron jugando mejor antenoche y que el empate le hubiera a su equipo ayudado a llegar mejor y más fuerte a la revancha, el entrenador de la “T” reiteró que la ilusión albiazul sigue en pie, como había dicho apenas salió del vestuario en tierras cuyanas.

Apenas terminó el partido de ida, Hoyos comenzó a trabajar en la recuperación anímica de sus jugadores, y ayer por la tarde ya se inició el trabajo en el campo, donde también el DT tendrá el desafío de encontrar soluciones, además de reemplazar las bajas que se presentan entre suspendidos y lesionados.

En los rostros que se vieron ayer por la mañana se adivinaron huellas de un mazazo duro. Pero se ve, detrás de varios ojos soñadores, la ilusión de alcanzar el triunfo y ese necesario e indispensable ascenso. Faltan 90 minutos, tiempo más que suficiente para dar vuelta la historia y cerrar el año brindando con un bendito: “¡Salud!”.